jueves, 2 de junio de 2016

Alabado seas, mi Señor…

Escuela de Oración Clase 4

Altísimo, Omnipotente y Buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. Sólo a Ti, Altísimo, te corresponden, y ningún hombre es digno de pronunciar tu Nombre.

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Daniel Alberto Flores Orozco,
Diác. Juan Daniel Cisneros,
4º de Teología.

PARA ORAR CON LA NATURALEZA
Dios nos ha dado este mundo, con todo el misticismo y misterio que encierra, para habitarlo, cultivarlo, admirarlo y perfeccionarlo. La oración ocupa un lugar importante para poder lograrlo, para darnos cuenta de que sus obras hechas han de llevarnos a su encuentro y a nuestra conversión. Así lo expresa el Salmo 8: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?… Le diste el mando sobre las obras de tus manos; todo lo sometiste bajo sus pies…” (Sal 8,4-7).
Jesús, en los Evangelios, nos ofrece datos y episodios de una estrecha relación con la Naturaleza, motivando a sus discípulos a poner atención a ella. De ella extrae lecciones bellas para la vida ordinaria: observa los montes y el mar, habla con las tempestades, propicia milagros, enseña con imágenes de animales. En su vida busca la soledad en un bosque y la enseñanza en una barca a la orilla del lago; nos enseña a escuchar el susurro del viento, su canción y su bramido.
Por medio de todas las cosas creadas (los árboles y las plantas, las montañas, el cielo, las aguas marinas, los ríos, el firmamento, los animales terrestres, las aves, los peces, etc.) podemos nosotros ir más allá de lo que con nuestra percepción limitada alcanzamos a captar a simple vista, ya que toda la Naturaleza nos habla y nos lleva a contemplar la Gloria de Dios.

COMPROMISO CON LA CREACIÓN
En un mundo tan lleno de ruido, quehaceres y prisas, es difícil poseer la serenidad del alma. Esto exige retirarse, de cuando en cuando, a un lugar tranquilo, alejado del bullicio humano, para contemplar la Naturaleza.
Ahora bien, orar con ella no es ser idólatras, puesto que no ‘adoramos’ un árbol o la tierra o las olas del mar. Elevamos nuestro pensamiento al Creador y lo glorificamos por la belleza de lo que llegamos a ver. Es desarrollar la sensibilidad y la capacidad de asombro ante la fuerza y hermosura de todo lo creado por Dios.
Una verdadera oración con la Naturaleza nos compromete a cuidarla y valorarla como una joya preciosa que Dios mismo nos ha regalado para que le contemplemos como un verdadero artista que con su poesía creadora nos ayuda a admirar su propia galanura y señorío.

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COMO SAN FRANCISCO
San Francisco de Asís ha sido el modelo cristiano de oración con la Naturaleza. Su famoso Cántico de las Creaturas es un poema hecho oración. Es acción de gracias por la belleza de lo creado. Esto es una muestra de lo que el Espíritu Santo y la Creación le inspiraron:
Alabado seas, mi Señor, con todas tus creaturas, especialmente el señor hermano Sol; él es el día, y por él nos alumbras; y es bello y radiante con gran esplendor. De Ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas: en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano Viento, y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo, por el cual a tus creaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua, que es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano Fuego, por el cual alumbras la noche y es bello y alegre y robusto y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Madre Tierra, que nos sustenta y gobierna y produce distintos frutos con flores de colores y hierbas.
Gustemos de este tipo de oración sencilla. Demos gracias a Dios por sus maravillas. A muchos hombres a quienes se les dificulta creer, un bello paisaje les hace pensar, aunque sea por un instante, en la grandeza de Dios, su delicado autor.

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