jueves, 23 de junio de 2016

La visión cristiana de la existencia es darse

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Muy apreciados hermanos y hermanas:

A Jesús le importa que sus discípulos le contesten una pregunta: ¿Quién dice la gente que soy Yo? Pedro le responde: “Tú eres el Mesías de Dios”.
El Señor aclara, entonces, cómo será su mesianismo: tendrá que padecer, ser humillado, crucificado, pero al tercer día resucitará. La forma de ser Mesías no es gloriosa ni triunfante, sino la de toda su vida, al servicio de nuestra pobre Humanidad.
Además, Jesucristo traza, para sus discípulos de todos los tiempos, la forma como debemos seguirlo en la entrega, en el amor, en la generosidad, en el servicio. El que sigue sus pasos, que tome su cruz y se entregue por el bien de los demás.
San Pablo, en su Carta a los Gálatas, dice que “los que han sido bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo” (3,27). El Sacramento del Bautismo nos une a Jesucristo, y nos compromete a ser otro Cristo, a vivir como Él, a amar y servir como Él; a perdonar. El Bautismo marcó un camino nuevo: el de renunciar y negarnos a nosotros mismos.
Les hago dos preguntas que nos ayudan como revisión de vida. La primera es: ¿Quién es, en el fondo, de verdad, Cristo para mí?; ¿qué significa que yo crea en Cristo?; ¿qué añade a mi vida, qué renueva en ella el que yo conozca a Cristo? Porque, a veces, llevamos la identidad de ser cristianos como una inercia, una rutina. Somos cristianos sólo porque nos bautizaron cristianos, porque mis padres lo fueron, y el ambiente -aparentemente- es cristiano, pero que nada cambia ni transforma en mi vida.
Y la segunda pregunta es: ¿De qué manera vivo mi condición de discípulo de Cristo?; ¿acepto a Cristo como Maestro y Señor? Debemos ser conscientes de que vivimos en un contexto cultural muy difícil, que quizás lo que menos nos proponga es que nos neguemos a caprichos y antojos y nos pongamos al servicio de los demás.
Lo que sugiere la cultura actual es: “Concédete a ti mismo todo lo que quieras, todo lo que deseas, todo lo que sueñas o te imagines. Date a todo lo que tu afectividad, tu voluntad y tu deseo te pidan”.
Y si no vivimos así, nos catalogan de gente rara, extraña, pasada de moda, fuera de lugar. Por eso les digo que es difícil siempre ser auténticos cristianos, pero más lo es en este tiempo. No obstante la dificultad de nuestra cultura actual, Cristo pide, al que quiera seguirlo, que “no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día” (Lc 9,23).
¿Qué quiere decir Jesús con las palabras “El que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi Causa, ése la encontrará”? (Lc 9,24). Que podemos vivir los días de nuestra vida cuidándonos de enfermedades físicas, emocionales o psicológicas; cuidando nuestras cosas, nuestra integridad, nuestra comodidad, nuestros bienes; cuidando lo que tenemos para que no se nos desgaste o pierda. Que podemos pasar los días de nuestra vida mirándonos y cuidando nuestros intereses…
¿Y qué va a suceder al final? Si pasamos la vida cuidándonos, la vida se nos va de las manos y de nada sirvió, porque la gastamos en cuidar nuestros intereses. El que cuida su vida de forma egoísta, ése la perderá. Pero el que pase los días de su existencia amando, sirviendo, desgastándose por el otro, compartiendo, consolando y ayudando, dándola a los demás, ése la recuperará, como le sucedió a Cristo. Él dio su vida, acabó en el sepulcro, pero Dios lo resucitó, le recuperó su vida, y vive para siempre. Ésta es la visión cristiana de la existencia.
Es el desafío que nos pone Jesús a sus discípulos. Nos recuerda el ideal cristiano de la existencia, para que nuestra vida tenga sentido.

Yo los bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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