jueves, 16 de junio de 2016

Un Periodista de cepa, ajeno a los reflectores

José Luis Meza Inda descansa en paz

Sello peculiar en su estilo de vida y en el ejercicio de su profesión, fue la modestia y la discreción, que hacían brillar aún más su aguda inteligencia. Semanario lo recuerda entre su valioso equipo de pioneros.

MezaInda

José de Jesús Parada Tovar

Puede ser cierto que, a la muerte de una persona, se desata una andanada de elogios, que acaso le hayan sido antes regateados. En este caso, empero, nunca fue fácil escudriñar el prolongado y fértil trayecto de este singular hombre de las Letras, del pensamiento, de la noticia y su interpretación, porque prefirió la reconditez, el trato parco y escogido, la sabiduría de los libros, y eludió, con humildad y categoría, faroles, micrófonos, cámaras, premios y reconocimientos.

Algo de su camino
Próximo a cumplir 80 años, José Luis Meza Inda, oriundo del vecino Estado de Nayarit, se distinguió como brillante alumno del Seminario Diocesano de Guadalajara, donde cursó las Humanidades. Se le envió a estudiar la Filosofía al Seminario Interdiocesano de Santa María de Guadalupe, en Montezuma, Nuevo México, y posteriormente, por breve tiempo, estuvo en el Seminario Diocesano de Tula, Hidalgo.
Abandonó los estudios seminarísticos y, sin más, solicitó trabajo en el Periódico El Informador, donde inicialmente fue Reportero de la Sección Local y de Deportes, para luego encargarse del Suplemento Cultural Dominical, por muchos años único en su género en el Occidente de la República. Allí tuvo compañeros de la talla de Luis Sandoval Godoy, Víctor Hugo Lomelí Suárez, Luis de la Torre Ruiz, entre otros, que le dieron alto relieve a ese Diario, que cumplirá su Primer Centenario el año entrante.
Previamente, a mediados del siglo anterior, había hecho pininos en el Semanario Católico “La Época”, bajo la dirección del Lic. Guillermo Ruiz Vázquez, y en el que comenzó a descollar al lado de connotados Periodistas como el propio Luis Sandoval, Liberato Rosales Barreto, Jaime García Elías, Ramón Mata Torres y varios más.

De sus pseudónimos
Con perspicaz ingenio, no exento de gracia y oportunidad, ideó, de su autoría, una Columna en la que, figuradamente, hacía hablar a personajes del pueblo desde la plaza misma, recordando pasajes históricos o denunciando atávicas anomalías. La firmaba como “P. Cecus” (que en latín -pronunciado “checus”- quiere decir ciego). Y algunos de sus allegados así le decían en tono familiar y afectuoso.
Suscribiendo como “Pío Lector”, reseñó incontables libros, que con gran interés le hacían llegar autores de temas de lo más diverso, y prologó muchos más, incluyendo varios de Sandoval Godoy y del Padre Adalberto González.
Estudioso profundo del lenguaje, por largo tiempo escribió semanalmente en el Suplemento Cultural su Columna “Minimonografías de Don Serafín de la Cruz Solano”, que causó admiración hasta en España y otros países por el lúdico empleo del castellano antiguo, salpicado de juiciosas frases latinas, aparte de darle, a ese popular personaje ficticio, aires casi quijotescos. También escribió Poesía, que se negaba a editar.
En nuestro Semanario, además de ser Revisor y Corrector de Estilo hasta febrero de 2015 (cuando sufrió severa enfermedad), hizo proverbial su Epigramario, con sabrosos y puntuales sarcasmos. Su pseudónimo: “Carmelo Lengo”.
Sin embargo, el gremio periodístico, sobre todo en el especializado ámbito cultural, lo cataloga como el mejor crítico y analista de la Plástica jalisciense por sus severas y acertadas apreciaciones en torno a diversas expresiones de ese género artístico, aunque nunca asistió ni participó en las galas inaugurales de alguna Exposición de Pintura, Dibujo, Grabado, Escultura, Fotografía, etcétera.
De mi parte, me atrevo a afirmar que, con Meza Inda, desaparece uno de los últimos y escasísimos Periodistas locales que, con propiedad, elegancia y estilo, manejaba el difícil y versátil oficio de todos los Géneros Periodísticos: la Noticia, el Reportaje, el Editorial, la Crónica, Columna, Semblanza, Artículo de Fondo.
Por sobre todo ello, fue un hombre y Profesional de la Comunicación a carta cabal, de gran honestidad intelectual que, seguramente alimentado por una Fe serena y firme, le permitió soportar olvidos e injusticias dignamente y sin reproches. Que descanse en paz, y su memoria sirva de ejemplo a las actuales y futuras Generaciones de Periodistas.

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