“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15, 13
La amistad es uno de los dones más grandes que todos tenemos y que siempre los manifestamos con nuestras palabras y nuestras acciones. Esta amistad siempre está unida y guiada de una manera especial por el amor al prójimo.
José Sánchez del Río es un testimonio de amistad entre el hombre y Dios; tanto que, a ejemplo de Cristo, que dio su vida por sus amigos, que somos nosotros, Joselito también dio su vida por dar testimonio del gran amor que le tenía a su amigo Jesucristo y sus hermanos.
Sabemos muy bien que nadie defiende lo que no se conoce, y mucho menos lo que no se ama. Por tanto, Joselito, desde niño, gracias a sus padres y a sus hermanos, conoció a Nuestro Redentor, se enamoró de su propuesta de vida y lo defendió hasta dar su vida por Él.
Los biógrafos de Joselito mencionan testimonios, de viva voz, de que era muy amistoso con todos sus compañeros, ayudaba a todos los que le pedían ayuda y, sobre todo, muy devoto de la Virgen y de Jesucristo, ya que rezaba el Rosario diario y cuando iba a misa lo hacía gustoso y con gran devoción.
La amistad sincera y firme con Jesucristo, con los años, fue incrementándose y solidificándose, y que al momento de la persecución religiosa por parte de los gobernantes, Joselito defendió a su Amigo Cristo Rey, a pesar de que tenía poca edad. Esta defensa a su Amigo Jesús la hacía desde su casa con la oración y sus rezos, pero lo quiso llevar a las obras; tanto, que quería enlistarse en las filas de los soldados que defendían la Fe Católica, pero por tener poca edad, al principio no lo admitieron; los jefes notaron el gran amor que tenía a Jesucristo, y sabiendo que lo defendería al límite, le dieron permiso de estar con los soldados de una manera sencilla pero significativa: primero, llevaba la bandera de su Batallón, y posteriormente, siendo el clarín del General; y espiritualmente, era quien dirigía el Rosario, daba palabras de aliento, oraba por los soldados caídos, siempre con una entrega generosa a Dios, que motivaba a los demás a entregarse por el ideal de Cristo, que en ese momento era la defensa de la Fe.
Cuando lo apresaron, nos dio la muestra de la generosidad, lealtad y valentía que cualquiera de nosotros podemos tener para sus amigo: cedió la oportunidad de salvarse a su Capitán, y así cayo prisionero. Ya estando prisionero, a todos los que junto a él estaban encarcelados por causa de Cristo, los alentaba a ser fuertes y sentirse orgullosos de ser prisioneros por el nombre de Cristo, tal como San Pablo y San Pedro, entre otros cristianos.
Joselito nos dio prueba de que defendía a su Amigo Jesucristo y a sus “pertenencias”, cuando vio el ultraje que los soldados habían hecho de la Casa de Dios; hizo un gesto semejante como lo hizo Jesús al expulsar a los vendedores del Templo, porque no le daban el valor al espacio reservado para el culto a Dios; limpió el presbiterio donde muchas veces había hecho oración de rodillas para pedirle el don del martirio.
Los soldados, encabezados por su padrino, lo golpearon brutalmente para que traicionara a sus amigos de guerra y, sobre todo, renegara de su gran Amigo: Jesús. Pero cada golpe que le daban a él, era un aliciente que iba suscitando dentro de él para fortalecerlo y abrazarse más a su Amigo, porque sabía que nunca lo iba a dejar solo.
Antes de morir, con mucha tristeza le escribió una carta a su madre para despedirse, pero no sin antes pedir el Sacramento de la Eucaristía para fortalecer el caminar duro y doloroso que iba a padecer; camino que lo conduciría al encuentro amoroso con su gran Amigo.
Los auténticos amigos nunca se traicionan, inclusive en peligro de muerte, y como dice San Juan, “no hay más dicha que dar la vida por sus amigos” (Cfr Jn 15,13). Joselito nunca traicionó a su Amigo Jesús.
Este testimonio de auténtica amistad lo muestra un adolescente que vivió entre nosotros y que nos ayuda a que nuestra amistad con Dios, basada en su ejemplo, vaya creciendo y cimentando cada día y en cada instante, a través de frecuentar los Sacramentos, hacer oración, meditar la Palabra de Dios y hacer vida el amor con nuestras obras en cada instante y en cada lugar donde nos desarrollemos. La verdadera amistad no es sólo de palabra, que se dice en un instante, sino una manera de pensar y vivir por el otro que cada día se va solidificando en el amor; tanto, que podamos dar nuestra vida por los amigos.
Joselito es un testimonio de amistad con Dios real y alcanzable para cualquiera de nosotros. Pidamos su intercesión para que nos ayude a unirnos más a Dios y que su testimonio de vida nos inspire a entregarnos totalmente a nuestro Salvador Jesucristo.
TESTIMONIO
Paulina Gálvez, la mamá de Ximena Guadalupe, quien por intercesión de Joselito sana, nos cuenta cómo ha sido su vida y la de su hija al lado de “su niño”, como cariñosamente le dice.
Conoció a José Sánchez del Rio desde niña, ya que su abuela y una tía abuela le tenían mucha devoción. Les llamaba la atención que un niño tan chiquito hubiera sido tan valiente.
Cuando nació Ximena y empezó con los problemas de salud, que les llevaron a ir de un médico a otro y recibir diferentes diagnósticos, Paulina dice que “se agarró de la mano de su niño”, y a pesar de los pronósticos de los médicos, ella no dudaba de que Joselito iba a interceder por la salud de su pequeña.
El día que la iban a desconectar porque médicamente no había ya nada que hacer, pidió que la dejaran tomarla en sus brazos, y en ese momento la pequeña abrió los ojos y empezó a sonreír. Paulina supo en el instante que su niño había escuchado sus oraciones y había intercedido por la salud de su hija.
Desde ese día, su vida ha cambiado radicalmente. Fueron muchos años de estudios, pruebas, entrevistas, para comprobar el milagro que llevará a José Sánchez del Rio a los Altares. Paulina nos cuenta que, desde el milagro, ha podido conocer más a Dios, lo grande que es y lo grande que es su Misericordia, y también descubrir que día a día vivimos milagros.
Paulina dice que lo que más ha marcado su vida, de la vida de Joselito, es ver su valor a tan corta edad , capaz de dar la vida por Cristo.
Actualmente, Paulina y Ximena comparten su testimonio como una forma de agradecimiento a José para que más personas conozcan su vida; pero, sobre todo, crean en los milagros.
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