Daniel León Cueva
Sin duda alguna, en la tradicional devoción popular a los Apóstoles escogidos y enviados por el Señor a difundir su Evangelio, sobresale la veneración hacia los Santos Juan Evangelista y Santiago, hermanos de sangre e hijos de Zebedeo, también llamados “Hijos del Trueno” por su carácter impulsivo.
Incluso, en cuanto a su destino final en este mundo, hay un dato curioso y revelador: Santiago fue el primer Mártir de aquel selecto Grupo, sacrificado en Jerusalén hacia el año 44 de nuestra Era, en tanto que Juan fue el único Apóstol que libró el martirio y murió ya muy anciano.
A Santiago el Mayor se le acredita como el Evangelizador de tierras hispanas en los albores del Cristianismo, al grado de que sus restos reposan en Compostela, convertida en un Centro de Peregrinaciones, a la par antiguo y siempre nutrido de devotos.
La leyenda le atribuye su intervención en la lucha armada contra los invasores moros en España, de donde surgió después la acostumbrada escenificación alusiva, denominada “Los Tastoanes”, que se representa en numerosas localidades, entre ellas varias de la Arquidiócesis de Guadalajara, lo mismo en Zacatecas que en Jalisco.
A través de los Religiosos Franciscanos como primeros Misioneros en América, se inculcó mucho la devoción a este Santo, cuyo nombre llevan numerosos Templos, Ciudades, Ríos, Pueblos, Patronatos y Asociaciones.
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