jueves, 14 de julio de 2016

Refranes Mexicanos

2720-1

Texto y Foto: Luis Sandoval Godoy
Formuló: José Sánchez Orozco

40- Con hombre que llora, mujer que no llora, ni una hora
Como quien dice, el refrán pone un signo para definir actitudes, temperamentos, rasgos naturales. Nada de hombres chillones; ellos deben tener el alma dura, no porque no sientan las cosas, sino porque saben controlarse.
Hasta decía la gente de antes que los hombres se conocían por las tres efes: feos, fuertes y formales. Esto es, que un hombre no debe andar con melindres ni afeites. Tampoco con un arete en la oreja.
Ah, y de un vigor y una energía que pueda sostener el mundo con la dureza de sus músculos. Y todavía más: que no ande con gracejos ni vaciladas; al grano, con voz ronca y de pocas palabras.
Las mujeres tienen que ser el revés de la moneda. Ellas sí, blandas y tiernas, bellas y encantadoras, sentimentales y lloronas… si es el caso.
Puede que los estudiosos de la naturaleza humana se enreden en mil definiciones y búsquedas para establecer los perfiles del hombre y la mujer.
El refrán, nomás de un plumazo, pudo retratarlos.

41- Aprovecha el tiempo; y si no, al tiempo
No es un tonto juego de palabras; es una advertencia que bien vale considerar.
Parece que el refrán va dirigido especialmente a la chamacada.
A ellos, porque se andan asomando al tiempo, empiezan a recorrer el camino, y les dice el refrán: vamos fijándonos en lo que hacemos, cómo lo hacemos, en qué rumbo lo hacemos.
El que se pasa la vida en fiestas y zarandeos, y en la edad de sembrar no siembra, no podrá esperar la cosecha.
Que no, que al cabo no; yo tengo todo… yo puedo todo, yo sé todo; a mí qué me importan todas esas paparruchas de los viejos.
Dice el refrán: ta’ bueno; al tiempo nos veremos. El tiempo perdido hoy… y e1 trágico tiempo de mañana.

42- Pereza no es pobreza, pero ahí empieza
Quién sabe por qué haya gentes empeñadas en ponerle manchas al ancho vivir.
Uno tan contento y descansado que podría pasar sus días al blando soplo de un aire primaveral. O salir y dejar correr los ojos por entre los tonos dorados del Otoño.
Así, en displicencia y lasitud: no hacer nada, sino soñar en mundos imaginados.
Nada, señor; déjese de pamplinas y ensoñaciones; abandone la poltrona de su inactividad.
Hay que salir al camino, hay que arremangar la camisa, hay que llenar de bríos el alma. Y luchar y sudar y trabajar y esforzarse y seguir más allá, sin punto de reposo.
Ahí está la ley de la vida, ahí está el secreto de las realizaciones, de los logros, de la satisfecha respuesta a nuestra condición.
Lo demás, acabará con el hastío de su pereza. Y, lo más seguro también, con el drama de su pobreza.

43- De sembrar y de casar, no quieras consejos dar
Se entiende que cada persona tiene un ámbito exclusivo. Que cada quien se maneje en tales y cuales asuntos, según su estricto y personal criterio.
Hay situaciones, aspectos de la vida en que no cabe la intervención extraña. Yo conmigo, Dios en mi conciencia, y los demás que vayan a jondear gatos de la cola.
Más o menos eso quiere, eso pide, tal aconseja el refrán.
Y pone por caso el casorio. Ahí cada quien con su cada cual. Y las palabras, los consejos y las advertencias, al muladar.
También señala cuestiones de la siembra: que si esta semilla o la otra, que si en surco o en manteo, que si en noviembre o en marzo.
Dejemos solo al sembrador. Él sabe cómo y cuándo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario