jueves, 21 de julio de 2016

EDITORIAL

Buscando la Paz con Esperanza

Hay demasiados hornos en el mundo cocinando la violencia. Parecen ser, en el trato y la frecuencia, la noticia más importante de la Prensa y los Medios electrónicos. Son la fuente pródiga de materia prima para enjuiciar al mundo. Pero dichas noticias no debieran hacer bastante ruido como para inquietar a los amantes de la paz. Y sin embargo, son mayoría quienes se quejan sin dar un paso para reconstruir el orden y el sosiego.
Bastantes espacios periodísticos se convierten en nota roja para el morbo. Los hilos de la cordura y la organización de sectores claves de la Sociedad para ofrecer remedios, parecen ausentes. Suena un murmullo general: “Doquiera hay gente enferma de odios viscerales”. A decir de los entendidos y líderes de opinión, urge aportar para una cultura de paz desde diversas trincheras, a la par de la reflexión. La violencia empieza en alguna familia; es la gran afirmación que no terminamos por creer.
Según el Informe Anual del Instituto de Índices Económicos afirma, “la violencia, el conflicto y las guerras del mundo hacen que, por séptimo año consecutivo, el mundo sea cada vez un lugar menos pacífico. El Planeta parece un enorme volcán con demasiados cráteres respirando violencia y muerte”.
La violencia surge desde la falta de perdón y convivencia en los hogares; entre vecinos; por la intolerancia de los Partidos Políticos. Llega la violencia por la corrupción de mandos medios, de los beneficiarios de las drogas. Y, el colmo al que hemos llegado, es que también surgen graves desencuentros por la intolerancia religiosa; polvorines de enfrentamientos por las profundas desigualdades económicas, por la desesperanza provocada por regatear sus Derechos a Sociedades empobrecidas, mientras otros grupos selectos nadan en la abundancia.
Las razones para este empeoramiento se tipifican en cuatro indicadores: terrorismo, profusión de conflictos internos y externos, muertes por las razones más variadas, y número de personas desplazadas. El origen primigenio de todo ello, empero, apunta al entorno familiar.
El Papa Francisco en su Mensaje por la Paz, de inicios de 2016, ofrecía al mundo esta reflexión: “Las guerras y los atentados terroristas, con sus trágicas consecuencias; los secuestros de personas; las persecuciones por motivos étnicos o religiosos; las prevaricaciones -que han marcado, de hecho, el año pasado, de principio a fin, continúan multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamarse una «tercera guerra mundial en fase»
La lista es interminable; hay datos punzantes desde todos los rincones del orbe. En las calles abundan modernas formas de la delincuencia común: tráfico de drogas y trata de blancas a escalas como jamás se habían conocido; organización del delito superando viejas formas, sin precedentes; renacimiento de las actividades de “mafias”; asaltos a trenes, buques, aviones, bancos, cajas de seguridad; asesinatos de líderes sindicales, religiosos y políticos; se habla, incluso, de organizaciones pseudorreligiosas, de corazón altamente violento. Con todo, la Paz se construye desde la Esperanza.

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