jueves, 21 de julio de 2016

La Misericordia, rostro de Dios para San Agustín de Hipona

Caridad sin elección

Por la Bula Misericordiae vultus, el Papa Francisco convocó al Jubileo de la Misericordia que se celebra en toda la Iglesia desde el 8 de diciembre de 2015 hasta el 20 de noviembre de 2016. Fundamentado en los escritos de San Agustín de Hipona, Doctor de la Iglesia, el Presidente del Instituto de Agustinología de esa Orden Religiosa, Fray Enrique Eguiarte, traza las líneas esenciales sobre el tema, en la vida y la doctrina del Obispo de Hipona.

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Orden de Agustinos Recoletos

La Teología, el pensamiento y la vida cotidiana de San Agustín estuvieron marcados por la Misericordia. De este modo, el mismo Obispo de Hipona nos dice qué es la Misericordia, señalando con ello no sólo el sentido etimológico de la palabra, sino la profunda resonancia bíblica y teológica que dicha palabra debe tener en la vida de todo creyente: “La Misericordia trae en su nombre otras dos palabras: ‘miseri’ y ‘cor’, ‘miseria’ y ‘corazón’. Se habla de Misericordia cuando la miseria ajena toca y sacude tu corazón. Todas las obras buenas que realizamos en esta vida caen dentro de la Misericordia”. (S. 358, 1).

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU
Dios es el primero que ejercita la Misericordia, que se manifiesta, en primer lugar, en el acto de la Encarnación del Hijo, en el que Cristo, el Buen Samaritano (en. Ps. 125, 15), baja de los Cielos para rescatar al hombre que había perdido todos sus dones al haber sido despojado por Satanás. Cristo es el primer ejemplo de Misericordia, y quien revela cómo es la Misericordia del Padre (s. 192, 3).
Se trata de una Misericordia infinita y abundante (s. 47, 5), siempre a disposición del hombre, que siempre será miserable y estará absolutamente necesitado de esa Misericordia Divina. Por ello, San Agustín repite en su obra que “la Misericordia de Dios se nos adelanta” (s. 112A, 6), o que sólo en ella está puesta la esperanza humana, dado que el hombre, por sus propios méritos, no puede hacer nada: “Nuestra esperanza está, pues, en la Misericordia de Dios” (s. 179A, 1). De hecho, esta esperanza le lleva a hacer su propia “profesión de Fe” en la manifestación de esta Misericordia de Dios por medio de su Gracia: “Toda mi esperanza está en tu gran Misericordia. Da lo que mandas y manda lo que quieras” (Conf. 10. 40).
La Misericordia de Dios se nos transmite a través del Espíritu Santo, por el cual se derrama el Amor de Dios en nuestros corazones (Rm 5, 5): Él es la Misericordia de Dios, “el don de Dios, la Gracia de Dios, la abundancia de su Misericordia para con nosotros” (s. 270, 1).

EL AGUSTÍN MISERICORDIOSO
El mismo San Agustín fue una persona que, en su práctica pastoral, manifestó la Misericordia, tanto personalmente dando a los pobres lo que puede y tiene, como por medio de dos Instituciones Episcopales en su Diócesis de Hipona, como fueron la Matricula Pauperum (Ep. 20*, 2) y Elxenodochium (s. 356, 10). La primera era una lista de las personas o familias más pobres, a las que se socorría periódicamente con los alimentos y elementos necesarios. Elxenodochium, era un albergue en donde se ayudaba a los extranjeros, peregrinos, pobres y necesitados de la Diócesis de Hipona.
Y este ejemplo de Misericordia de su Pastor, llevó al pueblo fiel de Hipona a imitar su comportamiento, de modo que en una ocasión, en la que San Agustín estaba ausente, los mismos Laicos reunieron una fuerte cantidad de dinero para rescatar a más de 200 personas que habían sido secuestradas y eran llevadas para ser vendidas como esclavas.
El ejemplo de la Misericordia de Dios y de Cristo había movido a Agustín a ser misericordioso, y su mismo ejemplo personal movió a sus fieles a imitar sus acciones. Obviamente, cuando tuvo conocimiento del hecho, el Santo no pudo sino alabar la Fe y la Misericordia de sus fieles (Ep. 10*, 7).
En un mundo sin Misericordia, como el nuestro, el poder rescatar a la Misericordia en su sentido más Evangélico y agustiniano, será, sin duda, una alternativa y solución a muchos de los problemas que aquejan hoy a la Humanidad, particularmente el de la falta de valores y de corazón en el mundo.

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