jueves, 5 de septiembre de 2013

Yo me comunico directo con Dios

Lupita:

Me incomodan las personas que se fijan demasiado en las formas y se olvidan de la esencia, pues contribuyen a alejar a uno de la Iglesia. Mi mujer quiere que vayamos a Misa vestidos “de domingo”, y hay un reverendo pleito cada vez que vamos porque mis hijos quieren ir de shorts o cómodos. Luego, si hablan o si se distraen, empiezan los problemas otra vez. Nos manda a confesarnos, y eso nos tiene sofocados a todos. Yo le digo que no exagere y que uno puede comunicarse directo con Dios, pues está en todas partes. Y creo que si ella sigue así, todo lo que va a ganar es que a mis hijos no les guste ir más a Misa y se alejen de su Fe.


José de Jesús.


Hermano en Cristo, Pepechuy


Misa en la ErmitaTu mujer necesita tu apoyo.

El hombre se deja atraer fácilmente por la comodidad. Elegimos, sin pensar, lo que implique menos esfuerzo y compromiso. Para optar por lo que nos construye necesitamos discernir las consecuencias de nuestras elecciones: puedes inclinarte por lo fácil o por lo conveniente. En la mitología griega se nos enseña este principio de éxito. ¿Recuerdas la disyuntiva que se le presenta a Heracles en el momento clave de su vida? Siendo joven, se encuentra frente a una encrucijada en la que aparecen dos diosas para sugerir su camino: la primera, llamada Minerva, le señala el ‘Templo de la fama’, al que llegará por medio de la Virtud, el esfuerzo y el Bien. La segunda, que hábilmente se adelanta, Venus, le quiere seducir a través de los placeres efímeros que, según ella, lo conducirán a la felicidad (el camino fácil, de los vicios). Heracles comprende que el camino del esfuerzo lleva a la dicha, mientras el corto y fácil engaña con una felicidad efímera que acabará en arrepentimiento y llanto. Él toma la mejor decisión: el camino de la Virtud.

Tienes razón en cuanto a la apreciación de que si se te impone algo de mal modo y sin argumentos, sentirás rechazo por ello. Pero es preciso conocer nuestra Fe para no desperdiciar ni uno solo de sus regalos.

Dios tomó nuestra figura para acercarse a nosotros y que pudiésemos comprender su Plan de Salvación. En Cristo conocemos el rostro de Dios y nos adentramos en su amor. Y es Él quien funda una Iglesia y confía su organización y funcionamiento a Pedro. El ser humano es unidad de cuerpo, alma y espíritu, y necesita expresar con su cuerpo lo que lleva adentro. Los Sacramentos fueron instituidos como signos sagrados eficaces que nos comunican la Gracia. Una operación interior que se expresa simbólicamente con un acto exterior. Jesucristo sabía que necesitábamos de estos signos, y Él mismo los instituye. De ello nos habla con claridad la Sagrada Escritura:

“Recibid al Espíritu Santo -dijo Jesús a los Apóstoles-, a quienes perdonáreis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviéreis, les serán retenidos” (Jn. 20, 22).

Ir a Misa, confesarnos y comulgar, son obligaciones de todo bautizado, y deben ser llevadas a cabo como actos de amor. ¿Cómo no presentarnos al Templo con nuestras mejores prendas?; ¡Vamos a la Casa del Señor de los Señores!; ¡Vamos a decir gracias por tantas bendiciones recibidas! Ciertamente, Dios ve nuestro corazón, pero la presencia exterior siempre revelará algo de la esencia interior.

Que se note que le das importancia a lo que tiene importancia.


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