jueves, 12 de septiembre de 2013

Responsabilidad y pacifismo ante las convulsiones

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Hermanos, hermanas:


Estamos en el Mes de la Patria y quiero compartir con ustedes una sencilla reflexión sobre este tema. Este 15 y 16 de septiembre veremos muchos signos de fiesta, de celebración, de luces, de música, de colores, pero en esta ocasión, junto con todo esto, vamos a ver también signos de movilización social, tal como está aconteciendo con algunos sectores de nuestra Sociedad, por ejemplo el sector magisterial.

Creo que merece todo el apoyo por parte del Gobierno, de la clase política y de la Sociedad, porque tiene en sus manos una tarea trascendental para el presente y el futuro de nuestro país, si queremos que éste progrese y sea competitivo con otros países: la educación de las generaciones emergentes.

Por eso, los Maestros merecen nuestro respaldo en su lucha por causas que son nobles y de auténtico beneficio para su gremio. Mas también creo que, por parte de ellos, teniendo toda la libertad para movilizarse y manifestarse, deben hacerlo con plena responsabilidad.

El derecho que ellos reclaman de manifestar sus legítimas demandas, implica también el respeto a los derechos que todos los demás miembros de la Sociedad tenemos de trasladarnos, de vivir en paz, de vivir en armonía. Por eso, las partes implicadas en este conflicto tienen que moverse con objetividad, con racionalidad, con civilidad, para que no metamos a nuestra Patria, que tanto queremos, en dificultades, y que en lugar de impulsarla hacia adelante la lleven a un retroceso y a una postración mayor, especialmente para muchos sectores.

Hay que celebrar la Patria, sí, pues es tiempo de fiesta, de música, de colores, de convivir, de compartir, pero también de afrontar conjuntamente, racionalmente y con apego a Derecho, con apego a la Ley, nuestros problemas, no mirando los intereses particulares, sino mirando el altísimo interés de las nuevas generaciones y el bienestar de nuestra Nación.

Para nosotros los creyentes, la oración es un recurso siempre válido para pedirle a Dios que reine la concordia, y que el desarrollo de nuestro país se conduzca por las vías de la justicia y de la paz.

Así también, debemos dar gracias al Señor por los bienes con que ha bendecido nuestro suelo y, lo reitero, rogarle que todos los actores de los conflictos que vivimos y que compartimos, se desenvuelvan y se resuelvan en paz.

Somos ciudadanos nacidos en este México, y su destino será nuestro propio destino; hagámoslo, pues, un buen destino para todos.


Yo los bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


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