jueves, 5 de septiembre de 2013

Milagro Eucarístico

EuMiracle lancianoMientras un Sacerdote, Monje de la Orden de San Basilio, celebraba la Santa Misa, luego de consagrar las ofrendas del pan y el vino, le asaltaron nuevamente las serias dudas que venía padeciendo desde hacía tiempo acerca del milagro de la transubstanciación y de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

A esas dudas, que le hacían sufrir, se habían sumado varias herejías en torno al Misterio de la Eucaristía que se habían extendido por Europa. Este Monje oraba con insistencia pidiendo a Dios que retirara esas incertidumbres de su corazón. De pronto, con las sagradas especies en sus manos, quedó estupefacto cuando, ante su propia mirada, la Hostia se convirtió en carne y el vino se hizo sangre. Al instante estalló en un llanto de alegría mientras agradecía al Señor la respuesta tan visible a sus pobres dubitaciones.


Lo que más sorprende

Este Milagro Eucarístico ocurrió en el año 700, en la pequeña ciudad medieval de Lanciano, junto al Mar Adriático, entre Loreto y San Giovanni Rotondo, a cuatro kilómetros de Pescara, en Italia.

Viajé a Lanciano para presentar el milagro por televisión; entré a la iglesia de San Francisco, de los Frailes Menores, me dirigí al altar principal y me postré de rodillas para estar ante el milagro, expuesto en un hermoso relicario de plata que, a manera de custodia, exhibe la Hostia convertida en carne y, dentro de una ampolla de cristal, cinco glóbulos de sangre, ni seca ni líquida. Miré el milagro y lo adoré. Luego, me acerqué y subí por detrás del retablo hasta quedar muy cerca del relicario. Lo fotografié y lo grabé con nuestras cámaras de televisión, gracias a la bondad de los Frailes.

Hasta antes del Gran Cisma del año 1054, esta iglesia, consagrada a Domiciano y a Longinos -el centurión que traspasó el costado de Jesús- había pertenecido a los Monjes Ortodoxos griegos de la Orden de San Basilio. En 1176 pasó a manos de los Benedictinos, y luego, en 1252, el Obispo de Chieti la entregó a los Franciscanos, quienes edificaron la iglesia actual en 1258, y luego la transformaron, del estilo románico, al gótico-barroco en 1700.

Este milagro Eucarístico sorprende porque, como la Ciencia no ha podido explicar, la carne y la sangre se han preservado expuestos a la acción de agentes físicos atmosféricos, ambientales y bacteriológicos por más de trece siglos, y los glóbulos de sangre pesan lo mismo cada uno, que dos o tres o cuatro, o los cinco juntos.

Sorprende, además, por lo que la Ciencia sí ha podido explicar: tanto la sangre como la carne son humanas; la carne está constituida por tejido cardíaco en secciones de miocardio, endocardio, nervio vago y ventrículo izquierdo; es decir, que es un corazón completo en su estructura. El grupo sanguíneo es AB, al igual que la sangre de la Sábana Santa de Turín y del Sudario de Oviedo. Y la sangre contiene las mismas proteínas que las de la fórmula sero-proteica de la sangre fresca y viva.


¿Qué nos dice un milagro Eucarístico?

El milagro Eucarístico de Lanciano ha sido sometido a varios exámenes y análisis científicos. El primero, en 1574, y después, en 1970, 1981 y 1991, dirigidos, entre otros especialistas, por Odoardo Linoli y por Ruggero Bertelli -Investigadores y Catedráticos de la Universidad de Siena- y por la Cardióloga italiana Marina de Cesare.

La sangre está dividida en cinco glóbulos, pesa 15.18 gramos, y es de color rojo oscuro. Por su parte, la carne, de forma redonda, mide 60 centímetros de circunferencia, es de color beige, su tejido está compuesto por fibrocélulas longitudinales y ha perdido materia en su parte central, como consecuencia de los exámenes.

Al de Lanciano, se suman más milagros Eucarísticos ocurridos en diversos momentos y lugares: Siena, Faverney, Albany, Cascia, Cebreiro, Bolsena, Bruselas, Alboraya, Avignon y Santarem, entre otros.

Parece ser que en nuestro siglo el Señor ha querido pronunciarse de esta misma manera hacia México, como ocurrió el 22 de octubre de 2006, en la localidad de Tixtla, Guerrero, con una Hostia que sangró profusamente, en un milagro que ha sido aprobado, en fase diocesana, por Monseñor Alejo Zavala Castro, Obispo de Chilpancingo-Chilapa; y más recientemente, el 24 de julio de este año 2013, con otra Hostia sangrante en la Parroquia María Madre de la Iglesia, de Guadalajara, otro probable milagro que se encuentra bajo investigación diocesana ordenada por el Cardenal Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara.

¿Qué quiere decirnos el Señor a los creyentes? Que el pan y el vino consagrados son, en verdad, su carne y su sangre. ¿Y qué nos dice, además, a los mexicanos? De esto hemos de estar atentos para saber interpretar, prudentemente, tales signos de nuestro tiempo.


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