viernes, 20 de septiembre de 2013

EDITORIAL

En el aula pública de la Nación


A ratos parece que se recrudecen, en la mirada macroscópica del país, los temas candentes de la agenda diaria. Y eso, desde hace meses. Que si la llamada Reforma Educativa tiene que pasar por los controles de los disidentes, o que si a contrapelo deben aprobarse y ponerse en práctica estas soluciones, que aunque sean poco agradables para algunos, son necesarias para lograr avances sustanciales en las aulas, y además, para poner orden en un tercio de la vida de todos.

Se susurra en corrillos, que hay un fondo gangsteril en la realización de estas manifestaciones agresivas, y se responde, en defensa, que son imprescindibles, pues solamente así se escucharán las demandas. De cualquier manera, los cauces del entendimiento parecen andar desquiciados de una y otra parte, y este problema, así como otros asuntos graves, continúan sin solución definitiva.

Lo cierto es que el enfado cunde en las calles, entre los vecinos, entre los comerciantes, entre la gente de paz, en tanto que las Autoridades prefieren seguir contemplando los toros desde la barrera, esperando que su bravura se calme y las embestidas cesen. Comentaristas de todo signo, suman y restan aliados. Hay voces que apuestan a la defensa de los derechos del gremio magisterial, mientras que otras exigen que esos reclamos y formas de exigir sean reprimidos.

Sin embargo parece que no hay términos medios: las marchas y protestas no cesarán, afirman los disidentes, y la contraparte gubernamental responde: la Reforma Educativa va, y no hay marcha atrás. Como ideal y tarea, nadie duda de que existen razones de ambas partes; pero, entre tanto, en la práctica, una buena parte de la ciudadanía se ve entre los vaivenes de lo deseable y la cruda realidad que la golpea y daña.

La voz del Pastor de la Arquidiócesis tapatía se ha hecho escuchar con una nitidez alentadora a este respecto: los maestros tiene derecho a levantar su voz; es una garantía y deber inalienable de quienes construyen la Educación, porque saben “de qué están hechos los ladrillos”. Pero, también, es ineludible respetar los derechos de los demás. Ante ello, padres de familia, Medios de Comunicación, intelectuales, la Sociedad, son interlocutores que no pueden estar ausentes de las causas y consecuencias de estos conflictos.

Obviamente, existen ciertos intereses no confesables, que no derechos, a los que no se quiere renunciar, pero no por ello Autoridades ni mentores deben negarse al diálogo y la concertación. Y, ante todo, los demandantes, para ser escuchados, tienen que respetar los cauces legítimos, no infringir las Leyes ni hacer daño a la Sociedad, respetando los derechos de terceros. Hay foros, caminos, y representaciones para entenderse; la discordia nunca es buena consejera.

Por otro lado, tras bambalinas, aguarda entrar en escena la Reforma Hacendaria. Los primeros buscapiés del Ejecutivo y de una parte del Legislativo surtieron efecto: se desistieron de gravar con el IVA alimentos y medicinas, ante la manifiesta inconformidad popular. De todos modos, el tema de la revisión a esa Ley se aborda en todas partes con desconsuelo y temor, pues el desempleo sigue galopante, la pobreza se acrecienta y no hay una clara perspectiva de las reales dimensiones de los cambios normativos que se traen entre manos (¿frotándoselas?) sus autores.


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