jueves, 12 de septiembre de 2013

EDITORIAL

La Patria, paisaje interior de México


Las Fiestas Patrias de 2013, año que por varias circunstancias ha sido un camino sembrado de dificultades, nos dan, sin embargo, la oportunidad de mirar con esperanza el presente, trayendo al recuerdo lo que otros han hecho, y los muchos que han entregado su vida por estos ideales. Esta memoria puede empujarnos a salir del atolladero, pensando, orando y haciendo.

El conocido poema Credo, dice puntualmente: “México, creo en ti, porque escribes tu nombre con la equis, que algo tiene de cruz y de calvario; porque el águila brava de tu escudo se divierte jugando a los volados con la vida y, a veces, con la muerte.”

Y también, nada mejor entendida en esta Región de Occidente que la célebre composición poética del vate de Jerez, Ramón López Velarde, La Suave Patria, que es como la nueva expresión de mexicanidad nacida de la Revolución, con un ligero toque de la Fe del pueblo. Una cadencia sonora que pinta los claroscuros entre lo urbano y lo rural, y que nos da qué pensar en este mundo de globalización, sobre todo hoy que abundan las oportunidades para el redescubrimiento de la Patria, como cuando bajo el sufrimiento de la sequía el poeta señala esperanzado: “¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena, de deleites frenéticos nos llena!”

Hoy hemos olvidado la sencillez y somos demasiado complicados para la diversión, para el estudio y hasta para la convivencia. No todo progreso engrandece a los pueblos y sus gentes. Volver los ojos al pasado no es para hacer una regresión de la Historia, sino para recuperar las cosas buenas de antes, en la familia, en los niños, en las mujeres, mujeres; en los hombres, hombres.

El amor a la Patria, al propio pueblo, la tierra de nuestros padres, nos impulsa, como virtud, a guardar y enriquecer la diversidad de culturas propias de cada región, a sentirnos orgullosos de nuestras tradiciones, de nuestras coincidencias. Aunque pudiera también convertirse en un pretexto para excluir lo forastero, para no querer aceptar otros valores verdaderos, o para discriminar la sencillez y engolosinarnos con las modas sin llegar a hacer un discernimiento entre identidad y progreso. Incluso puede llegarse a situaciones contradictorias y opuestas: xenofobia y retorcida inculturización, el vasallaje de la globalización, terminando en una pérdida de lo propio.

Asociados con la lucha por la Independencia, la Revolución Mexicana, La Cristiada, el desarrollo de una Constitución, la aparición de partidos políticos, llegó el desenfreno por la posesión de la riqueza en forma indebida y hasta escandalosa. Van apareciendo nuevos patrones de cultura, de Gobierno, y viene entonces a redescubrirse un amor intenso por la libertad en muchos campos: económico, social, político, religioso, e incluso en una deseada emancipación cultural.

Todos estos recuerdos nos hacen gritar, bien sea desde la saludable identidad o desde la vergüenza para ocultar vacíos y pobreza o desde la ronquera y la impotencia: ¡Viva México!… ¡Que viva, sí!, pero también sentimos la coacción para aplaudir a personajes que han sido malévolos en la Historia, en la torcedura de las tradiciones o en la complejidad del presente. La Patria es como una estampa viva del paisaje, los entretelones de la vida mexicana y el corazón de los habitantes de cada pueblo. México es rico en poesía, pero también lleva en sus venas dolor, lágrimas y un ansia permanente de consolidar su identidad. La convicción despierta la vehemencia: ¡Que Viva México!


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