Pbro. Cándido Ojeda Robles
AHORA O NUNCA
Despertaré con el primer sonido del cenzontle,
y por la ventana abierta miraré el paisaje
en éxtasis furtivo.
Ella andará por la pradera, rondándome,
descalza y fugitiva.
Yo iré bebiendo con gozo el agua linda
de la luz de mi último día.
Y al doblar la tarde sus rodillas
ungidas por el sol,
en la esquina del patio de la Casa Pastoral
llegará, por fin, toda indefensa por su gran amor y me preguntará: ¿Nos vamos?
Yo le diré, sereno: ando recogiendo
mis anhelos, mis errores y mis luchas.
Ella me dirá con voz pausada allí,
junto a la puerta: ¿Espero un instante?
Yo le diré, muy sorprendido: jamás
te había mirado a contraluz… ¡Eres hermosa!
Ella, con un ligero rubor en sus mejillas,
me preguntará de nuevo: ¿Espero hasta mañana?
Yo gritaré: ¡Ahora o nunca…
quiero irme contigo a vivir en una estrella!
VEN COMO ESTÉS
Y mi ilusión postrera se quedará, de repente,
suspendida.
Un agudo dolor clavará su garfio en mis quimeras
y me dará vergüenza sentir, de golpe,
toda mi verdad.
Repasaré, confundido,
mis nostalgias.
En el fondo del abismo,
mis recuerdos temblarán desconcertados,
y mi conciencia tendrá una lucidez
total.
Mi corazón palpitará de prisa,
con temor de llegar pronto a la cita.
Cuando la furia que aún me quede
comience a socavar mi Fe,
mi Esperanza y mi Amor,
lloraré un instante… y, en tropel,
vendrán las voces del viento y me dirán:
No intentes detener el tiempo;
ven como estés,
no te entretengas.
A LO MEJOR
A lo mejor entonces,
aturdido por el ruido consabido del silencio,
dudaré de la alegría
que siempre encontré por el camino.
Será sólo un momento de abandono,
de sufrimiento y de crueldad.
Una gota de miedo
inmensurable
ahogará mis suspiros.
Terriblemente solo,
cargaré mi angustia
como una cruz de ausencias.
El viento bramará por mi desierto
y dará latigazos a mi suerte.
A lo mejor nunca
nada tuvo sentido;
a lo mejor nunca amé…
a lo mejor.
Entonces sentiré el calor
de unos brazos misericordiosos,
y haremos fiesta por siempre.
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