jueves, 22 de octubre de 2015

El ser humano, el pequeño universo trascendente

(Congreso Internacional de avances en Bioética. 1ª Parte)

Hermanas, hermanos:

Como ser humano, comparto la inquietud que existe en la reflexión sobre la condición humana, y presento ahora elementos de comprensión y valoración, desde la sabiduría de la Fe y la rica tradición del pensamiento de la Iglesia, experta en humanidad.
Resulta interesante enterarse de obras de investigación, como la de Rosy Raidoti, de enero de 1214: “El post humano, la vida más allá del individuo, de la especie, de la muerte”, donde se postula con una ética de la alegría; que hay que estar a la altura de nuestro tiempo; abiertos al pensamiento de lo posible; apelando a una de responsabilidad de readecuación, a un mundo que ya no es antropocéntrico ni antropomorfo, sino geopolítico, eco filosófico y zoocentrado. Así nos lo exige la libertad del hombre y la técnica aplicada a la vida.
Entre católicos y no católicos, informados en los temas de Biotecnología, existe una consciente, creciente y justificada alarma por lo que este proyecto de post humanidad implica; es decir, una manipulación al ser humano, ante los procedimientos que parecen pretender reducirlo a material biológico.
Desde otra perspectiva, la política y las legislaciones, a este tema tan delicado en nuestro país y en el mundo lo han reducido a objeto de disputa entre Partidos conservadores y progresistas. El resultado es que la Bioética, de la que se continúa hablando, es ya, por decirlo con el Sociólogo polaco Zygmunt Bauman, una Bioética líquida.
La reflexión católica encuentra, en el derecho a emplear y aplicar nuevas tecnologías al inicio y al fin de la vida, así como a la reproducción humana, una fuerte coacción cultural a reducir la reflexión al utilitarismo y al relativismo. Un utilitarismo que postula que las acciones son éticas, si alcanzan los resultados que pretenden, y un relativismo que niega la posibilidad de llegar a una verdad universal sobre estos dilemas.
Es comprensible que este escenario que se presenta árido, cuando se reduce a lo útil o a lo relativo, no pocas veces sea abordado sólo de modo afectivo, abandonando la cuestión fundamental de la reflexión y la investigación sobre el destino, el sentido y la incomparable fuerza de la trascendencia, que integra y rodea la vida humana.
Una advertencia reciente la hace el Papa Francisco, en su Encíclica Laudato si’, en la que denuncia la destrucción de los embriones humanos, o el abandono de los que nosotros consideramos con capacidades diferentes, que si vamos a la raíz, se debe a la ‘cultura del usa y tira’, que provoca el abandono y la explotación, también, del ambiente.
La expresión de los Padres de la Iglesia, de contemplar al ser humano como el microcosmos o pequeño universo que encierra el Misterio de Aquél que nos ha marcado con su imagen, se vuelve aún más vigorosa y propositiva cuando se trata de reconocer en el mismo ordenamiento del ser humano el trascendente destino de su orden.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

“Que nadie haga nada, perteneciente a la Iglesia, al margen del Obispo. Considerad como Eucaristía válida la que tiene lugar bajo el Obispo o bajo
uno a quien él la haya encomendado” San Ignacio de Antioquía.

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