Mtro. Jorge Enrique Rocha Quintero
Es pertinente meditar sobre lo acontecido hace unos días a propósito de la llegada del Huracán “Patricia” a las costas de Jalisco, ya que se han suscitado varios debates en torno a la cultura de prevención, a la actuación de las Autoridades, al manejo de la información, a los eventos posteriores al paso del meteoro y a la forma de proceder de la ciudadanía del Estado, en general.
A pesar de que México es un país que ha sido víctima recurrente de fuertes terremotos, de ciclones y de eventos ambientales de esta magnitud, todavía no se ha logrado una cultura de prevención de desastres. Es cierto que se ensayan simulacros; que los lugares de altas concentraciones de personas han rediseñado sus espacios para contar con vías de salida eficientes y sitios seguros en casos de hecatombe, además de que en centros escolares existen protocolos en ocasión de afrontar eventos de esta naturaleza.
Existe todo lo anterior; sin embargo, en la cultura predominante sigue prevaleciendo una lógica de descuido, de poca atención a las Autoridades; a veces de escasa colaboración y solidaridad; de no buscar fuentes de información adecuadas… Es decir, más bien parece que el principal reto es pasar de una cultura del descuido a una cultura de la prevención.
Las de cal
En una situación de posible riesgo, cuando no se sabe a ciencia cierta los efectos posibles de un fenómeno meteorológico como el que aconteció en las costas del Pacífico el 23 de octubre, la forma de proceder de las Autoridades implicadas es el principio precautorio; esto es, adoptar todas las medidas de seguridad disponibles para encarar una situación de colapso ante la enorme magnitud. Dicho de otra forma, es mejor estar preparados para el peor escenario aunque éste nunca llegue, a ser laxo y descuidado en las medidas a implementar y que luego suceda lo indeseable. En este tipo de asuntos, lo que tiene que predominar es la máxima seguridad.
En este caso, creo que tanto el Gobierno Federal como el Estatal y los Gobiernos Municipales Metropolitanos actuaron correctamente, y es mejor que hayan “exagerado” en las políticas de alerta, en vez de permitir situaciones de riesgo, de las cuales luego pudieran arrepentirse.
Las de arena
Ahora bien, en lo que respecta a la información, fue uno de los puntos más críticos de la coyuntura pasada, ya que estuvo a disposición de los ciudadanos un exceso de notas, mensajes, avisos, reportajes y opiniones que terminaron por confundir y asustar a muchos. Cada uno de los tres niveles de Gobierno (Federación, Estado y Municipios) emitía sus propios comunicados a la ciudadanía de forma descoordinada y, a la par, lo que efectivamente tuvimos fue un maremagnun de información en Redes Sociales, algunas con toda la seriedad debida, y otras con datos francamente falsos.
Al final del día, cada ciudadano tuvo que construir su propia versión de lo que podía ocurrir y actuó en consecuencia. Lo deseable en este tipo de acontecimientos es que los tres órdenes de Gobierno hubieran trasladado su coordinación en tareas de prevención al campo de la comunicación política, con tal de proporcionar un mensaje unívoco, incluso optando por un vocero “técnico”, que no cayera en la tentación de la autopromoción política. Eso hubiera sido la mejor estrategia y, en lo futuro, habría que llevarla a cabo en una circunstancia similar.
Y es que el exceso informativo previo transitó luego hacia una carencia de información posterior. Cuando pasó el huracán y se constató que las afectaciones en la Zona Metropolitana de Guadalajara y en los principales destinos de playa habían sido mínimas, dejaron de fluir los datos sobre lo que había pasado en el resto de las costas jaliscienses y en otros Municipios rurales.
Lo que falta
Hasta el cierre de esta edición, se sabía que, afortunadamente, no hubo personas muertas; sin embargo, los daños en viviendas, y sobre todo en la agricultura, todavía no están debidamente cuantificados y, por ende, tampoco hay información precisa sobre las consecuencias económicas y de restauración que estos perjuicios implican. La dinámica de sobredimensionar lo que acaece en las grandes Ciudades de Jalisco y de minimizar lo que acontece en el resto del Estado, volvió a hacerse presente.
Finalmente, en la ciudadanía pudimos percatarnos de, por lo menos, dos grandes actitudes: la primera fue de pánico e individualismo, que provocó que la tarde del viernes 23 de octubre la urbe se convirtiera en un caos vial. La segunda es que emergieron muchas redes de solidaridad y de colaboración que, en dicho panorama, salen a la luz y sacan a flote lo mejor de nosotros mismos y que contribuyen a la construcción de una identidad colectiva, más solidaria y más humana. Quizá éste sea el mejor saldo que dejó el errático Huracán “Patricia”.
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