Primer Domingo de Adviento
Lucas 21, 25-28. 34-36. Adviento.
¡Señor, enséñame a esperar!, y entonces recuperaré el aliento y la fuerza para seguir adelante.
P. Sergio A. Córdova, L.C. | Fuente: Catholic.net
Iniciamos el período del Adviento y, con él, comenzamos también otro Año Litúrgico. Todo inicio trae siempre a nuestro corazón una nueva esperanza. Pero no sólo. Adviento es, igualmente, el tiempo de la ‘espera’ por antonomasia: la espera del Mesías, del Nacimiento de Cristo en la Navidad. Éste es uno de los Mensajes más fuertes de este período: la esperanza de tiempos mejores, y es, asimismo, uno de los anhelos más profundos del espíritu humano.
El Profeta Jeremías nos habla así en la Primera Lectura: “Mirad que llegan días –Oráculo del Señor– en que cumpliré la promesa que hice a la Casa de Israel: suscitaré un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la Tierra. En aquellos días se salvará Jerusalén y sus hijos vivirán en paz”. ¿Qué mejor noticia que ésta podía recibir un pueblo desolado después de la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia? Esperaban al Mesías, que traería la paz, la justicia, el derecho, la salvación.
Y el Evangelio se coloca en la misma perspectiva: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Es verdad que el lenguaje que usa Nuestro Señor es el apocalíptico. Pero está enmarcado en un contexto de Esperanza y de Salvación. Cristo habla de su retorno glorioso al final de los tiempos, sí; pero la esperanza es también para el ‘hoy’ de nuestra vida presente.
¡Atrevámonos a esperar, pidámosle a Nuestro Señor esta Gracia, y nuestro espíritu rejuvenecerá!
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