jueves, 5 de noviembre de 2015

El Seminario conmemora a los fieles difuntos

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José Luis Medía López
Coadjutor de 2° de Preparatoria

«¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?»; palabras de San Pablo con las que puede entenderse el contexto en el que los mexicanos celebramos el Día de los Fieles Difuntos, pues en no pocas partes de nuestra Nación el culto hacia los que nos han precedido a la vida eterna es marcado por la algarabía y el festejo.
El Seminario no es la excepción, pues con antelación se van preparando los Altares, la Misa con participación del Pueblo Santo de Dios ofrecida por nuestros seres queridos ya desaparecidos, el Concurso de “calaveritas” y algunas otras actividades.

Gratitud memoriosa
Los Altares de este año en el Seminario Menor han sido dedicados a los cuatro últimos Arzobispos de nuestra Diócesis, ya finados: Don Francisco Orozco y Jiménez, Don José Mariano Garibi Rivera, Don José Salazar López y Don Juan Jesús Posadas Ocampo. Cada Grupo realizó un Altar a cada Arzobispo de los ya citados, y la Comisión de Cultura del Seminario organizó un Concurso para galardonar al Altar más creativo y original, así como el que contara con los elementos clásicos tradicionales. Los jóvenes Seminaristas mostraron sus destrezas y habilidades en la conjunción de formas con ingredientes típicos y característicos del Día de Muertos en México.
Pensar en las actividades que realizan los Seminaristas con ocasión de la conmemoración de los Difuntos no sólo se limita al folklor y tradiciones, pues es también digna de mencionar la Campaña de Oración que se promueve por el eterno descanso de todos nuestros bienhechores ya fallecidos, así como de familiares occisos de nuestros bienhechores vivos, que con anticipación anotan los nombres de las personas por las que pedimos al Señor que las reciba en su Gloria. Esta Campaña dura todo el mes de noviembre, pues a cada Seminarista se le dan 30 tarjetones que contienen 10 nombres de los familiares difuntos de nuestros bienhechores, uno para cada día del mes; por así decirlo, cada Seminarista se compromete a orar por 300 fieles difuntos. No puede contabilizarse un total exacto, pues en muchos casos se entregan más tarjetones o los bienhechores escriben nombres al reverso para que esta práctica devocional alcance a tantos seres queridos.
Con la Eucaristía, la oración, al igual que ofreciendo actividades cotidianas e incluso sacrificios, el Seminarista se une a esta anual conmemoración, aunque, de ordinario, cada día recordamos y oramos por el eterno descanso de quienes nos han precedido.

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