jueves, 12 de noviembre de 2015

Servir a Dios, a la Iglesia y a México

Homilía del Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, en la Centésima Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe,
9 de noviembre de 2015

Los Obispos de México, agradecidos con Dios Nuestro Señor por permitirnos celebrar nuestra Centésima Asamblea Plenaria y por todas las bendiciones que nos ha concedido a lo largo de estos años, venimos a esta “casita sagrada”, donde Santa María de Guadalupe, llena de compasión, nos muestra a su Hijo Jesús.
¡Sí! El Padre nos ha ‘construido’, haciéndonos a imagen y semejanza suya. Y cuando el pecado nos derrumbó, envió a su Hijo único, quien, haciéndose uno de nosotros, nos ha comunicado su Espíritu Santo, con el que nos hace miembros vivos de su Cuerpo, la Iglesia, y nos va edificando hasta que alcancemos la plenitud para siempre.
San Gregorio Magno explica que nuestro Redentor muestra que forma una sola persona con la Iglesia (“Moralia in Job”, Praefatio 6, 14), desde la que hace brotar el torrente de su Palabra, sus Sacramentos, la Oración y el Amor, capaz de sanearlo todo y de hacer prosperar la vida.
Por eso, hoy encomendamos a Santa María de Guadalupe al Papa Francisco, quien nos ha llenado de alegría y esperanza al anunciarnos que vendrá a visitarnos el próximo año, para confirmarnos en la Fe, alentarnos en la Esperanza y fortalecernos en el Amor, e impulsarnos a edificar juntos la Iglesia y la Nación mexicana.
En la homilía de su primera Misa en San Juan de Letrán, el Santo Padre comentó: “Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida de cristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos” (7 de abril de 2013).
Éste es el espíritu que, a pesar de las debilidades humanas, ha animado al Episcopado Mexicano a lo largo de estos años. Con esta convicción, renovamos también nuestro compromiso de seguir contribuyendo, desde nuestra Fe y nuestra identidad de Pastores, en la edificación de nuestra Casa común, que es México; e invitar a todos a sumar esfuerzos para construir una Nación en la que la verdad, la justicia, la libertad, el perdón y la reconciliación hagan realidad un desarrollo integral y una vida en paz para todos.
La Centésima Asamblea Plenaria del Episcopado tiene precisamente como objetivo pedir a Dios que, a través de su Palabra, la Eucaristía, la oración, la reflexión y el diálogo, nos ayude a conocer la forma concreta de darle gloria, sirviendo cada vez mejor a la Iglesia y a México. Pidan al Señor que nos conceda esta Gracia.
Y a Ti, Madre de Guadalupe, encomendamos estos trabajos, suplicando que lleves nuestros buenos deseos hasta tu Divino Hijo.
Ayúdanos a edificar bien, teniendo presente que, como ha señalado el Santo Padre, “la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una Ley Moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer, y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones” (Discurso a la ONU, 25 de septiembre de 2015).
Madre del Tepeyac, acompáñanos en este esfuerzo, recordándonos siempre que Dios, rico en misericordia, “es nuestro refugio y nuestra fuerza” (Sal 145).

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