Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
Hay dos maneras de vivir el Adviento para prepararse a la Navidad: una, pagana, y otra, cristiana.
Quienes se preparan a lo pagano, ya lo están haciendo desde ahora, pensando y organizándose para la Navidad: aguinaldos, vacaciones, comidas y cenas con excesos, sobre todo en bebidas, Posadas que degeneran en fiestas mundanas, y el consumismo, fomentado por la propaganda, sin pensar mucho en Cristo, quien es el motivo de la fiesta.
LLAMADAS DE PARTE DE DIOS
La preparación cristiana se hace de la mano de la Iglesia, que organiza el Tiempo de Adviento precisamente para prepararnos a celebrar, como se debe, la Santa Navidad.
En las primeras semanas del Adviento se nos recuerda, una y otra vez, la Segunda Venida del Señor, cuando vendrá entre las nubes del cielo, con Gloria y Majestad, a juzgar a toda la Humanidad.
Resuenan en las celebraciones litúrgicas, de manera repetitiva, las palabras del Precursor Juan Bautista, quien –a su vez– las toma del Profeta Isaías: “Preparen los caminos del Señor, hagan rectas sus sendas… Ya está el hacha puesta a la raíz del árbol, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego” (Lc 3, 4.9).
Podemos preguntarnos: si se trata de celebrar la Navidad, ¿por qué se habla de la Parusía, o sea, de la segunda y definitiva Venida del Señor?
La razón es para que nos movamos a recibir a Cristo en su Primera Venida, pobre y humilde, que viene a padecer por nosotros y a ofrecernos la Salvación. Y así, cuando vuelva, entonces como Juez Universal, no temamos su encuentro.
EL OBSTÁCULO DE LA CORRUPCIÓN
Y SUS CONSECUENCIAS
Aunque Cristo nació hace más de dos mil años, sin embargo tiene sentido hablar de recibirlo ahora, porque vino para quedarse con nosotros hasta el fin de los siglos. Se han de quitar los obstáculos que nos impiden recibirlo: la corrupción generalizada, que significa robo, engaño e impunidad, así como los vicios de la lujuria, de la gula y del despilfarro; también en muchos cristianos que viven como paganos, y la violencia del crimen organizado y desorganizado, presente cada vez más en nuestra Sociedad. Todo esto nos urge a enderezar nuestros caminos y a hacer rectas nuestras sendas.
A la espiritualidad del Adviento pertenece poner atención a la venida diaria del Señor al corazón del hombre; estar atento a recibirlo es parte esencial de la espiritualidad cristiana, pues Dios, que con su infinita Sabiduría y Poder está en todas partes como Creador, quiere de manera especial venir a su creatura predilecta, el hombre, a vivir, por el amor, en el corazón.
DEL CORAZÓN DE DIOS A LA
VOLUNTAD LIBRE DEL HOMBRE
No fuerza la puerta; quiere ser invitado libremente. En el Libro del Apocalipsis te dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
Condición para que venga a vivir en nosotros es el amor verdadero, que se comprueba en la obediencia a su voluntad: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23).
Que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo moren en nosotros por el amor, es lo que significa estar en Gracia de Dios, y conseguirlo es celebrar verdaderamente la Navidad.
La fiesta y el regocijo exterior no están fuera de lugar, pues el motivo de júbilo es muy grande: es Dios que viene a nosotros a traernos la Salvación; pero lo exterior ha de acompañarse de la conversión, que quita el obstáculo del pecado y, así, Dios pueda nacer en el corazón.
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