jueves, 26 de noviembre de 2015

El Seminario, presente en las celebraciones

Recuerdo agradecido por los Mártires

Cubilete levitas AAR

César Arturo López Rojas, 2º de Teología

A pocos días de la Fiesta Litúrgica del Beato Anacleto González Flores y Compañeros Mártires, “el Corazón de la Diócesis” (así llamado el Seminario) se volcó en torno a la figura y testimonio de quienes ofrecieron su sangre por Cristo Rey, mediante varias actividades: el testimonio de un milagro, la Eucaristía solemne el día 20, y la participación en la primera Misa en la Asamblea principal del Santuario de los Mártires.
Ya antes, el lunes 16, una significativa representación de alumnos mayores hizo activa presencia en El Cubilete, acompañando la Peregrinación Diocesana Anual para proclamar a Jesucristo Rey del Universo y reiterarle la Consagración de nuestra Nación.

ADMIRABLE TESTIMONIO
El miércoles 18 de noviembre, el Seminario Mayor se honró con la presencia de la Sra. María del Carmen Pulido Cortés, quien nos compartió su experiencia de la Misericordia de Dios en su vida. Fue un momento de oración y acción de gracias, y el Seminario pudo ser testigo del grande Amor de Dios por sus creaturas, al devolverle a ella la salud. Sin duda, un milagro obrado por Dios.
La señora Pulido fue diagnosticada con una enfermedad incurable, luego de que se le descubrieran quistes en su pecho. Durante un proceso largo y difícil, que pasó por exámenes médicos de todo tipo, los cuales le confirmaron que su enfermedad no tenía solución (siendo ella una mujer entregada a la Ciencia, y teniendo el título de Química Farmacobióloga), no se dejó vencer por la palabra humana limitada, y decidió confiarse única y exclusivamente al Dueño de la Vida mediante la intercesión de San Cristóbal Magallanes y Compañeros Mártires (Siervos de Dios en ese entonces, y en la primera etapa del Proceso de Canonización), cuya devoción le fue inspirada por el Padre José de Jesús Gálvez Amezcua.
Nos compartió que tuvo la grandiosa oportunidad de realizar un viaje a Roma, estando su salud en una situación que le impedía desplazarse tan lejos, pero expresó, con un lenguaje sencillo, que se sentía confiada, pues si viajaba allá para ver en ese entonces al Papa Juan Pablo II, hoy Santo, y participar de la Santa Misa de Beatificación de los Mártires Mexicanos, se curaría. Por tanto, emprendió la ida y estuvo presente en la Eucaristía y, al día siguiente, en la Audiencia General, tras varios percances, como fueron el conseguir boletos para la ceremonia y la participación en la Audiencia, logró participar de la Santa Misa y al día siguiente saludar al Santo Padre, incluso en tres ocasiones, explicándonos de una manera que nos causó alegría y, a la vez, la seguridad de que el ser humano es capaz de alcanzar lo que se propone, siempre y cuando se pida la ayuda de Dios.

UN HECHO PRODIGIOSO
Estando ya en su casa, y al no sentir un cambio en su salud -por el hecho de verse en la etapa final, como lo mencionó de viva voz-, el mismo Padre Gálvez, quien la motivaba y animaba en su devoción a los Mártires, al no poder verla personalmente, le entregó a su señora madre un Crucifijo de plata que contenía pequeños algodones con sangre de los Mártires de la Persecución Religiosa, así como algunas astillas de sus huesos. Cuando la Sra. Pulido lo colocó sobre su pecho, dijo sentir “alivio inmediatamente”, y vio cómo su vida se transformaba… No era más que la Misericordia de Dios que podía hacerlo. Este hecho sirvió para que nuestros Santos Mártires llegaran a los Altares.
La Sra. Pulido nos conmovió con su experiencia y su confianza; sin duda, una mujer que es la expresión del Amor de Dios; mujer entregada plenamente al Señor. Un gran ejemplo y enseñanza de saber que el imposible sólo existe en la mente del ser humano, pues para Dios todo es posible.
La Misericordia Divina es una gran luz de amor y de ternura; es la caricia de Dios sobre sus hijos.

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