jueves, 12 de noviembre de 2015

Dar razón de nuestra Esperanza

Juan López Vergara

El pasaje que la Santa Madre Iglesia celebra hoy, aparece en el Capítulo más difícil del Evangelio según San Marcos: el discurso escatológico. Es difícil porque habla de tiempos futuros, críticos, empleando un enigmático lenguaje que, en el fondo, es un llamado a esperar con plena confianza en las palabras del Señor Jesús (Mc 13, 24-32).

La solidaridad entre nuestro destino y el del Universo
Jesús dijo: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del Sol se apagará, no brillará la Luna, caerán del cielo las estrellas, y el Universo entero se conmoverá” (vv. 24-25). El Evangelista inicia con una fórmula profética: ‘Aquellos días’, la cual señala un futuro indefinido. Los prodigios cósmicos en el lenguaje profético describen las intervenciones poderosas de Dios en la Historia, que implican un decisivo viraje (compárese Is 13, 10). Existe una misteriosa solidaridad entre nuestro destino y el del Universo.

“¡Ven, Señor Jesús!”
Entonces, inmersos en tan vertiginosa transformación, promete Jesús que “verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran Poder y Majestad. Y Él enviará a sus Ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la Tierra a lo más alto del Cielo” (vv. 26-27). Al ‘Hijo del hombre’, la tradición cristiana lo identifica con el Mesías Jesús. Estas palabras del Señor Jesús son entrañablemente esperanzadoras, aseguran su triunfo definitivo y el de quienes han permanecido fieles a Él.
Deslumbrante acontecimiento, que impregnará de sentido toda la Historia. La Parusía la segunda venida de Jesús– se propone como hecho histórico y trascendente, que nos invita a implorar: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20).

“Mis palabras no dejarán de cumplirse”
Jesús, enseguida, pinceló unas aleccionadoras imágenes (véanse vv. 28-30), hasta terminar afirmando que sobre la fecha de esos sucesos no tenemos certeza alguna: “Podrán dejar de existir el Cielo y la Tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los Ángeles del Cielo ni el Hijo; solamente el Padre” (vv. 31- 32).
La crisis que enfrenta nuestro mundo actual no es tanto una crisis de Fe o de Moral, cuanto de Esperanza. ¡Dios no revela verdades; se revela a Sí mismo! No nos da cosas; se nos da Él, en revelación transparente. En la Palabra de Dios que se dice en y por Jesús, encontramos la fuente de nuestra Esperanza, y el llamado a vivir y sembrar esta Esperanza como nueva apertura al futuro: “Mis palabras no dejarán de cumplirse”.
“La Esperanza es un saber más allá del no saber; pero un saber que excluye toda presunción, un saber concedido, otorgado; un saber que sería una Gracia, pero de ninguna manera una conquista”, enseña Gabriel Marcel, en su bellísimo Libro: Homo Viator (Salamanca, 2005, Pág. 20).
Somos llamados a estar siempre dispuestos para “dar respuesta a todo el que nos pida razón de nuestra Esperanza” (I Pe 3, 15).

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