lunes, 8 de agosto de 2016

Campanas de duelo por el fin de La Cristiada

Por estos días se hicieron “Arreglos” Junio-Julio de 1929

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Los dos Obispos mexicanos (de traje), en camino a tramitar los “Arreglos” que pusieron fin a la Persecución Religiosa y a la valerosa Lucha Cristera.

Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

“¡Ave, Cristo, los que por Ti vamos a la humillación, al destierro, tal vez a una muerte gloriosa, víctimas de nuestros enemigos, con el más fervoroso de nuestros amores, te saludamos y una vez más te aclamamos Rey de nuestra Patria!
“La guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegaciones”. J. Jesús Degollado Guízar. 13 de julio.

LOS SUCESOS
Desde el 5 de junio de 1929, Monrow, Embajador estadunidense, y los Obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz Barreto, salido éste del Clero de Guadalajara, y cuyo primer destino fue Amatlán de Jora, iniciaron los arreglos en E. U., cerca de la Frontera.
El General, Sacerdote, Aristeo Pedroza, que tomó el mando luego de lo que fue, presumiblemente, la entrega y traición del General Enrique Gorostieta Velarde, en una alusión de José Vasconcelos Calderón, Pedroza escribió a los Obispos el 11 de junio: “Si el tirano se niega a conceder todas las libertades que exigimos, dejad que el pueblo continúe la lucha para alcanzarlas, y no entreguéis a toda esa porción de vuestra grey a una matanza estéril. Recordad que Vosotros declarásteis hace tres años que era lícita la defensa armada contra la tiranía callista; no entreguéis a vuestras ovejas a la cuchilla del verdugo”.
Al día siguiente de la muerte de Gorostieta, 2 de junio, se firmaron los “Arreglos”. ¿Por qué el Asistente del General, Heriberto Navarrete, salió ileso de la emboscada?

Gorstieta
Curiosamente, luego de la emboscada y muerte al General en Jefe de La Cristiada, Enrique Gorostieta Velarde (yaciente), vinieron los “Arreglos” para terminar la Lucha por la Defensa de la Fe y la Religión, que iban ganando los Cristeros al Gobierno.

LUTO EN VIDA
¡Las campanas se echaron a vuelo! Pero sus toques fueron lamentos para la Cristera.
El 29 de julio de 1929, en “La Ceja Colorada”, a las 10 horas, se dieron un abrazo el Coronel Cristero don Toribio Valadez, Jefe del Escuadrón de San Diego de Alejandría, y el Coronel Manuel Quiroz Lozada, por los Federales, consumándose así la rendición de las Fuerzas Cristeras.” D. E. Cerrillo.
El General Saturnino Cedillo, de San Luis Potosí, admirado del valor de los soldados cristeros, en Los Altos, se llevó a varios de ellos para darles empleo en su Estado, como el caso de J. Refugio Huerta, esposo de Josefina Arellano, de San Julián, que escribió todo un Diario de La Cristera por encargo del Padre Salvador Casas, Historiador de esa Gesta, publicado furtivamente por Meyer.
Y el Señor Cardenal Juan Sandoval ha dicho que si los cristeros llevaban la batalla, si ellos estaban en el ojo del huracán, eran ellos los que deberían haber hecho esos arreglos con el Gobierno.
Se puede resumir que las consecuencias inconvenientes fueron:
1- El Gobierno no se comprometió a nada, documentalmente.
2- Lo que de palabra se estableció no fue respetado, debido a las persecuciones que siguieron por muchos años, hasta 1940, cuando menos.
3- El ataque a la Iglesia siguió en otras formas con Lázaro Cárdenas del Río. Por citar un ejemplo, una Maestra, en El 40, de Lagos de Moreno, encabezó a los agraristas contra el Templo, y el señor Cura Luis Villalobos fue sacado del pueblo a la fuerza. La Maestra hizo groserías en el Altar: “Yo soy la Virgen María, tontos”. Era María de Jesús.
La firma de los desleales arreglos fue establecer un modus muriendi para los Cristeros: Ya en tiempo de cese al fuego, asesinaron al General Pedroza y a Quintanar, los más temidos por el Gobierno. Eso fue lo que firmaron Ruiz y Flores y Pascual Díaz, quien en ese mes tomó posesión como Arzobispo de la Capital del país.
Ante esos “desventurados Arreglos”, los valientes Cristeros obedecieron y entregaron las armas, aunque no todas: los alteños guardaron las mejores, mas no vendieron LA CAUSA. Estaban bien conscientes, como lo había afirmado tajantemente el Jefe supremo del Ejército Libertador, General Enrique Gorostieta, que el fin de esa guerra no podía ser otro que el triunfo de la causa popular, de un modo o de otro.
Por estos días se realizaron aquellas tristes diligencias, hace 87 años.

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