Juan López Vergara
Nuestra Madre Iglesia coloca en la Mesa de la Eucaristía un texto de gran hondura, que presenta dos valores fundamentales del Reino: la humildad, y el desprendimiento incondicional en favor de los más desprotegidos (Lc 14, 1.7-14).
EN TUS ASUNTOS, PROCEDE CON HUMILDAD
Un sábado, yendo Jesús de camino a Jerusalén, “fue a comer en casa de uno de los Jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo” (v. 1). Entonces sanó a un hombre enfermo de hidropesía. Esto suscitó una controversia con los expertos en la Ley. El Señor enseñó, así, que el sábado debe ser, ante todo, un día de liberación y misericordia (véanse vv. 2-6).
Después al observar Jesús que los invitados escogían los primeros lugares, dijo una Parábola, en la que recomendaba no ocupar los sitios más destacados, no fuera a ser que su anfitrión los reacomodara por juzgar que había huéspedes más importantes que ellos (véanse vv. 7-9). Jesús concluyó: “Cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado, y el que se humilla, será engrandecido’” (vv. 10-11).
Esta intuición del Señor evoca aquella bella reflexión sapiencial: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad, y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas, y hallarás gracia ante el Señor” (Eclo 3, 17-18).
LA GOZOSA GRATUIDAD
Jesús, enseguida, recomendó, a quien lo había invitado, que si ofrecía un banquete no convocara a sus pares, porque podrían corresponder a su atención (v. 12), sino que invitara “a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos, y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos” (vv. 13-14). “Si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recibir lo correspondiente. Más bien amen a sus enemigos; hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio; entonces, su recompensa será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y perversos” (Lc 6, 34- 35). En el Reino hay que superar las barreras creadas por las afinidades, y asumir el compasivo comportamiento de Dios, como el propio Señor Jesús propone: “Sean misericordiosos como su Padre es Misericordioso” (Lc 6, 36).
DIOS SALE A NUESTRO ENCUENTRO
En el Banquete del Reino anunciado por Jesús se genera una inversión de valores, donde la excesiva estimación de sí mismo cede su puesto a la humildad, y el interés se transforma en la más genuina gratuidad. Carlos de Foucauld comprendió que el centro de la Fe cristiana radica en la humildad de Dios, manifiesta en la Encarnación, y aseguró: “Nunca le darás a Jesús tanto como Él te da; nunca te humillarás hasta donde Él se humilla al venir a ti”. Esto lo actualiza de un modo muy esperanzador nuestro Pastor: “Dios sale a nuestro encuentro […] Si nosotros acogemos al otro como si recibiéramos al mismo Dios, lo que va a quedarnos es una infusión de vida” (Véase “Mirar al otro con los ojos de Jesús”, en Semanario 1016, 24/julio/2016, Pág. 3).
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