viernes, 12 de agosto de 2016

EDITORIAL

El acompañamiento a las familias de los desaparecidos

La Pastoral de los Derechos Humanos surgió el 22 de abril de 1992, con los desaparecidos en aquellas explosiones en el Sector Reforma tapatío. A partir de entonces, ha surgido un acompañamiento e interés importante de los Derechos Humanos.
¿Qué hacer, qué nos toca? Hemos ido asegundando diversas acciones, desde el aspecto jurídico, Talleres de Derechos Humanos, con una respuesta bastante favorable.
El reciente 24 de junio, en el marco de la IV Asamblea Diocesana de Pastoral, el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal José Francisco Robles Ortega, lanzó una iniciativa para que todos nos sumáramos a la atención pastoral de las familias de los desaparecidos.
Esta tarea tiene qué ver con la Sección Diocesana de los Derechos Humanos, porque hay que estar atentos a los no encontrados. Sabemos del tema, que es muy grave, y se sabe de no pocas y frecuentes desapariciones en diversos lugares como La Barca y la Zona de La Ciénega, la Región Valles, en la parte Norte del Estado, aquí o allá.
No vamos a enjuiciar, no vamos a ponerles etiqueta, pero la verdad es que en muchas familias hay un dolor por la ausencia forzada de alguno de sus miembros. Cuando el Arzobispo Metropolitano lanzó la iniciativa de que pongamos los nombres en cada una de las Parroquias, nos indicó que debemos reflejar números fidedignos, números reales, y no estadísticas que nos manejan diferentes instancias.
Esto nos urge a que acompañemos en la Diócesis, especialmente la Sección de Derechos Humanos, para decir con mejor precisión quiénes son.
Y, además, y muchas veces, sobre todo, qué apoyo y asesoría podemos darles a las familias, qué esperanza, qué luz ofrecerles, y sumarnos a otras instancias, vincularnos con ellas, eclesiales o no. Nos preguntamos si es necesario orar, o sólo orar.
Hay que dar algo más, llevando a cabo una labor de respaldo psicológico, un arropamiento más integral a las familias, y urgir, desde una manera profética, a nuestras Autoridades, el que cumplan con su tarea; una labor común, a la que todos debemos sumarnos, especialmente los católicos, sin tener miedo por ello.
No nos escandalicemos solamente de lo que está pasando en Ayotzinapa. El tema no es únicamente de allá, sino generalizado. En nuestra Diócesis hay muchos desaparecidos, y no siempre se habla de esto con precisión. Los datos generales de desaparecidos nos hablan de más de 2,500 en Jalisco, y nos señalan como el tercer Estado en número de ilocalizados. Antes, sólo el Estado de México, y después, Tamaulipas. Todos ellos son nuestros desaparecidos.
Queremos sus nombres, queremos que nos reflejen sus nombres las familias que han sufrido esta desgracia. Esperamos que todos se sumen a esta iniciativa, y que no se arredren. Queremos, como Iglesia, ser voz de los que no tienen voz. Nos sumamos a la iniciativa que ha lanzado el Arzobispo de Guadalajara.

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