viernes, 12 de agosto de 2016

Una vida fácil es una vida inútil

En-Búsqueda-de-la-Felicidad

Querida Lupita:

Mi esposa y mis hijos tienen un trastorno compulsivo con las compras. Yo les he dado todo porque sufrí pobreza en mi infancia, y ahora que me ha ido bien, creí que darles todo lo material era suficiente para educar mejor. Sin embargo, tengo el problema de que se “aburren” y no les basta el Club, los Conciertos y las comodidades de las que están rodeados. Nada valoran de lo que tienen, y tal vez es demasiado tarde para tratar de cambiar eso. Mi mujer, francamente, no ayuda; por el contrario, es demasiado materialista, y percibo que está en competencia todo el tiempo.

Eduardo F.

Muy estimado en Cristo,
Eduardo:

Chesterton afirmaba que aquel que quiere dar a sus hijos todo lo que no tuvo, corre el riesgo de no darles lo que sí tuvo.

Puedo entender que has sido exitoso en el ámbito laboral y económico. Seguramente adquiriste habilidades para negociar y crecer, precisamente por las carencias enfrentadas durante tu infancia y juventud. Esto te dio un carácter recio y conquistador, con el cual has ido venciendo obstáculos para lograr tus metas.
En efecto, por error, has dado a tu mujer y a tus hijos todas las comodidades, olvidando un principio básico: Una vida fácil es una vida inútil. Recuerda este llamado especial que ofrece La Palabra Dios:
A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán (Lc. 12, 48)
Tenerlo “todo” no significa que puedas hacer con ello lo que tú quieras. Eres administrador de todos los bienes que Dios ha permitido en tu vida. La mejor forma de ayudar a tu familia a salir de la espiral de la comodidad y la competencia, es ir al encuentro de quienes más necesitados están.
Cuando a la Madre Teresa le ofrecían cantidades muy grandes de dinero, invitaba al donador a dar su tiempo al cuidado de sus enfermos, evitaba aceptar la ayuda económica de quienes no se involucraban directamente al servicio de los más pobres de los pobres (“los siguientes”, como ella les llamaba). Y es que el estar en contacto con situaciones límite, nos hace ver con claridad lo que es esencial.
Es necesario salir de esta cultura del menor esfuerzo y retomar la verdad en función de nuestro diseño natural: “¡lo que vale, cuesta!” Si ustedes tienen el talento económico, pónganlo al servicio de los que sufren. Que no pase el Año de la Misericordia sin que se involucren como familia en alguna Obra de Misericordia. Adopten una Casa-Hogar, un Asilo de Ancianos, involúcrense en el cuidado de enfermos; visiten a los presos; colaboren con medicamentos y estudios médicos que, por falta de recursos, muchos no pueden practicarse; ayuden generando empleos… Piensen en los demás.
Basta de comodidad y auto-complacencia. Maduremos en la Fe, y vendrá la madurez emocional. Oremos junto a San Francisco como él lo hacía:
Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, yo ponga el amor; donde haya ofensa, yo ponga el perdón; donde haya discordia, yo ponga la unión; donde haya error, yo ponga la verdad; donde haya duda, yo ponga la Fe; donde haya desesperación, yo ponga la Esperanza; donde haya tinieblas, yo ponga la luz; donde haya tristeza, yo ponga alegría.
Señor, haz que yo busque: consolar, y no ser consolado; comprender, y no ser comprendido; amar, y no ser amado. Amén

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