Testimonio de Fe y de valor civil
A propósito de un reciente Artículo publicado aquí por el Cronista Arquidiocesano, Pbro. Lic. Tomás de Híjar Ornelas (Edición 1017, del 24 de julio, Páginas 26 y 27), presentamos ahora esta versión que nos
hace llegar el Padre Vela.
Cristeros en Misa Durante los tres años del Movimiento Cristero, tanto Sacerdotes como combatientes se las ingeniaban, no sin grandes peligros, para la Celebración de la Santa Misa en plenos campos de batalla.
P. Enrique Vela Elizondo, S.J.
Teniendo en cuenta la publicación del Artículo:” HACE 90 AÑOS La Cristiada: una trágica guerra civil que pudo no haber sido “, deja una impresión negativa sobre un hecho histórico que nos honra a todos los católicos mexicanos, y que dejó como fruto, para nuestra Iglesia, de más de 35 Mártires entre Santos y Beatos. Lo hace sentir como si esto hubiera sido fruto de “un grupo pequeño de Obispos intransigentes”, junto con la “intolerancia” de Calles, que los empujó, “y algunos Religiosos de la Compañía de Jesús, de la Provincia de México”
Y, aun cuando hace mención del famoso Historiador Jean Meyer, la opinión en la que se funda el Artículo no es la de él, sino de un Secretario, “Monseñor Tito Crespi”, Encargado de la Delegación Apostólica en México, ya que el Delegado Apostólico, “Ernesto Filippi”, había sido expulsado por el Gobierno, tres años antes, por haber participado en la primera piedra del Monumento a Cristo Rey, y “que partidarios del Gobierno dinamitaron poco después”.
Mediante los “Arreglos”, el 21 de junio de 1929 se dio fin a la Guerra Cristera originada por la Persecución Religiosa. Los valientes Cristeros fueron obligados a deponer las armas, y muchos de ellos luego fueron cobardemente asesinados a instigación del Gobierno.
Otro testimonio de reconocido Historiador
Envío una página que el Dr. Jesús Gómez Fregoso, Sacerdote de la Compañía de Jesús, miembro del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara, que en su Libro en preparación “Atenguillo”, nos hace formar un juicio totalmente diferente al del Artículo publicado en Semanario:
“Por años, la Guerra Cristera, la Rebelión Cristera, la Lucha de los Cristeros, era un tema cuidadosamente ignorado por la Historia de México, y tanto del lado del Gobierno como de la Iglesia, se procuraba ignorar esos ‘incidentes’.
“A principios de los años setenta del siglo pasado, un francés, Jean Meyer, al redactar su Tesis Doctoral, por sugerencia de Jorge López Moctezuma, Jesuita mexicano que estudiaba Historia en París, se topó con variados testigos y testimonios sobre esa lucha armada y casi se hizo ‘Cristero de corazón’. Se nacionalizó mexicano, se casó con una mexicana y fue el que, recordando la Ilíada y la Eneida, acuñó, o fortaleció la palabra ‘Cristiada’ para referirse a la lucha de los campesinos mexicanos contra Plutarco Elías Calles, y el asunto ocupó un lugar importante en la historia de México del Siglo XX.
“De tema tabú, vergonzante y voluntariamente silenciado, se convirtió en hecho de admiración para no pocos amantes de la Historia, como José Fuentes Mares, norteño ‘bronco’, quien escribió:
‘La Cristiada exhibió de bulto que el Estado y la Iglesia eran poderosos (ambas partes llegaron a un ‘arreglo’ para terminar la guerra); pero, sobre todo, que en este país no todo era servilismo y dependencia. La Cristiada fue Hazaña del pueblo mexicano, no del Gobierno y sus soldados: esa guerra probó que el pueblo existe, aunque por lo general guarde silencio y duerma. Me aterroriza pensar que hombres como los de La Cristiada hayan desaparecido, y prefiero suponer que andan por allí, confundidos entre los que salen de su casa a ver a quién compran o a ver a quién roban. El pueblo de la Cristiada es, aún, bálsamo para mexicanos desfallecientes, y sus hechos no figuran en la literatura mundial, porque esta literatura está en manos de los que hicieron del genocidio en Vietnam una cruzada contra el comunismo, y del levantamiento de los obreros polacos contra la burocracia comunista, una ‘conspiración contra el socialismo’.
‘Pero la Cristiada no va a la zaga del sacrificio vietnamita y del ejemplo de los trabajadores polacos: figura entre los episodios justificantes de la Fe en la especie humana”. (José Fuentes Mares, “Biografía de una nación”, México, Editorial Océano,1982, Página 258).
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