Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Queridos hermanos y hermanas:
Quiero compartirles el fruto de una gran experiencia eclesial que hemos vivido recientemente. Me refiero a nuestra IV Asamblea Eclesial Diocesana en Guadalajara, para implementar el Plan de Pastoral, que tenemos entre manos, y que queremos establecer en toda la Vida Diocesana.
El objetivo de la pasada Asamblea, fue buscar, a la luz de la inspiración del Espíritu Santo y de la contemplación de la realidad, en un ambiente de oración y de participación de los Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Laicos, cuáles son las periferias existenciales más urgentes que debemos atender.
Nos encontramos con dos que, aparentemente no deberían considerarse como periferias, pero por las puntualizaciones que se hicieron al respecto son, de hecho, auténticas periferias existenciales: la Familia y la Juventud.
¿Por qué la Familia? Porque la Familia está sufriendo muchos embates, y las consecuencias de estos la han afectado sustancialmente. Tenemos en nuestras familias mucha desintegración, mucha violencia intrafamiliar, mucha problemática entre sus miembros, distanciamiento en la comunicación, etc.
Por lo tanto, nuestras familias deben recibir una atención especial de todas las partes que están vinculadas a ellas, como son el Gobierno, otras Instituciones y Organismos Civiles, de los mismos integrantes de las familias; y de parte nuestra, de parte de la Iglesia, en todo lo que respecta a su Evangelización.
Y, dentro de la Familia, los jóvenes. Ya sabemos que ellos son víctimas de todos los excesos que vive nuestra Sociedad, comenzando por la violencia, el crimen organizado, el consumo y negocio de las drogas.
Los jóvenes son víctimas de muchos excesos, poco atendidos por parte de la misma Familia, de las Instituciones y de la Sociedad.
Éstas son las dos periferias existenciales que queremos afrontar más de lleno, sin descuidar todo el proceso evangelizador diocesano, sin descuidar tantas y tantas situaciones que nos llaman la atención y que también deben ser alcanzadas con una Pastoral profética y social, sobre todo, y de una forma organizada.
¿Por qué queremos hacer todo esto? La finalidad es que nuestro Pueblo, en Cristo, tenga vida. No debemos olvidar que éste es nuestro objetivo principal.
Los invito a que, conociendo estas conclusiones, cada uno, en su comunidad, y en su vida personal y familiar, las ponga en práctica.
Yo los bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo
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