lunes, 14 de diciembre de 2015

EDITORIAL

Guadalupe, todos los Caminos de la Misericordia

Nace un pueblo. Música de alegría y esperanza desde el nacimiento de la mexicanidad. El Anáhuac, en la Historia de estas tierras, fue grandiosidad de culturas, pero también dolor, guerra, carencias, muerte. El temible dios guerrero Huitzilopochtli hizo correr mucha sangre inocente. El Hecho Guadalupano sembró una profunda esperanza en el mestizaje; una integración difícil de culturas, para dar luz a una nueva identidad.
Si México es una Nación que sufre miles de enfermedades, venidas de los genes de la pobreza, Guadalupe es preocupación y cercanía ante el sufrimiento. Lo hizo desde sus Apariciones –junto al lecho de Juan Bernardino–; lo constatan millones de exvotos de gratitud, en su Basílica, en los Santuarios, en las Ermitas, Capillas y hogares, sencillamente dedicados a esta Madre. Son símbolos de gratitud por su amparo en tiempos difíciles.
Palabras dulces para mitigar las penas, para provocar a la Esperanza: “Hijito mío…”. Con esta ternura, surgen sentimientos de confianza, puesto que la Reina del Cielo nos trata como a sus predilectos. Y hay un pueblo que responde: “Niñita mía, Señora mía”. El rezo y la Esperanza son valores que ninguna adversidad podrá robarnos; la plegaria ha de ser una voz convincente que surja desde la tribulación, propia y ajena.
Ante las fatigas de los Misioneros venidos de allende el mar, María de Guadalupe es la Gran Evangelizadora que ha venido a tocar el corazón, a estar con su gente. Quiere un lugar para desde ahí escuchar los lamentos de millones de familias. La Historia de México ha sido hermosa, pero no exenta de esfuerzos y sacrificios, y Guadalupe es la Mujer que abraza a todos con cariño en la adversidad. Por alguna razón profunda, más allá de la casualidad, su estandarte fue emblema para nuestras luchas libertarias. Evangeliza con intuición de Madre y conforta con afectos propios.
Nos regaló el ayate de su identidad, que evoca figuras del Apocalipsis; la fuerza cósmica fue retratándose en colores. Dio a sus hijos un cielo apretujado de estrellas. El Sol hermoso y grande a sus espaldas, confiere fuerza y grandeza en la pugna contra los demonios de la incriminación; ilumina los caminos de la Historia para luchar contra las injusticias endémicas que fabrican los poderosos. Con ternura, rescata y alienta nuestros sueños libertarios. En el regazo de Madre, mitiga las miserias y da energía para la lucha diaria.
En el colorido y el atractivo que tiene una madre, como la fuerza impactante de nuestras mujeres, María también hace Historia en nuestra Patria. Su imagen piadosa, ampara a cada hombre y mujer; Guadalupe es, en sí misma, un símbolo de mestizaje, una recuperación social de la Humanidad, que da sentido a las creencias religiosas.
En cada corazón un templo, en cada hombre y mujer un hijo, en cada problema un abrazo, en cada súplica una sonrisa que acoge dolencias y ofrece consuelo. Las dulces palabras que pronunció La Morenita en estas tierras, hoy son quitapesares para el corazón, que vienen ataviadas en la música de nuestra tierra y en la lengua de nuestros padres. Refuerza el entendimiento de la Fe y aboga por el sentido social al llamarnos a todos “hijitos”, desde la sencillez de un natural de estos lares.

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