sábado, 13 de febrero de 2016

Una vida consagrada a Dios y a su Iglesia

Falleció el Canónigo Ramiro Valdés Sánchez

ramiro valdés

Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara

Durante la noche del domingo 7 de febrero del año en curso se extinguió de forma repentina la importante vida del Ilmo. Monseñor y Canónigo José Guadalupe Ramiro Valdés Sánchez, Párroco del Sagrario Metropolitano. Un malestar agudo, producido por un problema cardiovascular, concluyó una intensa existencia, toda ella dedicada al servicio de Dios y de los demás en 60 años de fecundo ministerio sagrado.

DATOS DE SU VIDA
Oriundo de Totatiche, Jalisco, donde nació el 15 de septiembre de 1931, cursó los estudios humanísticos en el Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe en esa municipalidad, y en 1947 pasó a la Capital de Jalisco a cursar la Filosofía y la Teología en el Seminario Mayor. Lo ordenó Presbítero el Arzobispo José Garibi Rivera en Tapalpa, Jalisco, el 24 de septiembre de 1955. Sirvió, siendo Diácono, como Maestro en el Colegio Niños Héroes, de Ameca, y recién ordenado consagró las primicias de su vida ministerial en San Julián, Jalisco, donde durante 11 años se desempeñó como Director de la Escuela Parroquial, circunstancia que le hizo estudiar para obtener el título de Profesor Normalista en el Centro de Capacitación de Lagos de Moreno.
A la par que se desempeñaba de nuevo en Ameca como Director del Colegio Niños Héroes (tres y medio años), y luego, con la misma responsabilidad, de la Escuela “Francisco Gómez de Mendiola”, en la Capital de Jalisco (dos años lectivos), entre 1967 y 1972 obtuvo el grado de Maestro en Pedagogía por la Normal Superior Nueva Galicia. Fue también Capellán de la Unidad Asistencial para Indigentes y Capellán de las Granjas de Recuperación Juvenil y Mental.

PÁRROCO
Razones estrictamente personales, creemos, motivaron a don José Salazar López, siendo ya Arzobispo de Guadalajara, a interrumpir la labor docente de don Ramiro para encomendarle la atención pastoral de “la niña de sus ojos”: la Parroquia de Santiago Apóstol, de Ameca, que atendió de 1971 a 1985. Posteriormente, se le encomendó la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en la Capital de Jalisco, circunstancia que le permitió, a partir de junio de 1986, colaborar estrechamente en la Comisión Diocesana de Causas de Canonización, que presidió hasta el momento de su deceso; actividad a la que dedicó también frutos escriturarios nada desdeñables, como el Libro “Tuyo es el Reino: Mártires mexicanos del Siglo XX”, que escribió junto con Mons. Guillermo María Havers Ommer. Fue, en dos ocasiones, Decano del Santuario de Guadalupe. Por todos estos servicios, el Papa Juan Pablo II lo condecoró con el título de Monseñor en 1998.

VICARIO GENERAL
Desde su arribo a Guadalajara, fue requerido en la Curia Diocesana, desde 1986 como Defensor del Vínculo en el Tribunal Eclesiástico, y como Canónigo del Cabildo Catedralicio en 2000, año en el que también recibió la Parroquia del Sagrario Metropolitano, a su cargo hasta el momento de su muerte.
El 21 de junio de 2002, el Arzobispo y Cardenal Juan Sandoval Íñiguez lo nombró su Vicario General, oficio que desempeñó con lealtad inquebrantable y que retuvo en la siguiente gestión episcopal, la del Cardenal José Francisco Robles Ortega, hasta principios de 2013.

EXEQUIAS
Rubricaron su sentido deceso la presencia, en sus exequias, de ambos Cardenales, dos Obispos, más de cien Presbíteros, decenas de Religiosas y centenares de fieles que ocuparon la totalidad de las plazas disponibles de la Catedral, sobresaliendo quienes militan en el Movimiento de La Divina Voluntad, del que él era Asistente Eclesiástico. Presidió la Misa el Arzobispo Francisco Robles y predicó el Arzobispo Emérito Juan Sandoval, quien presentó al fallecido como modelo de vida sacerdotal.

“¡Entra!”

(A Monseñor J. Guadalupe Ramiro Valdés Sánchez)
Siervo bueno y fiel, desde la salida del sol hasta el ocaso,
entra a tomar parte del gozo de tu Señor.
Consagrado a la Virgen de Guadalupe.
El año Guadalupano, 1931, niños y niñas llevaban el santo nombre.
De la Casa de Nuestros Padres, Totatiche, 15 de septiembre, el día señalado.
El 3 de marzo de 1916, San Cristóbal Magallanes
había bendecido el matrimonio de sus padres.
“Soy un muchacho”: porque terminó su Carrera en el Seminario y
hubo que esperar un año como Diácono en Ameca para tener la edad.
El Señor lo abraza en el sacerdocio el 24 de septiembre de 1955.
El pueblo fervoroso de San Julián, Jalisco, conoce al enviado del Señor:
un joven esbelto, muy blanco, de cabello abundante, negro y quebrado.
11 espléndidos años de ministerio, de frutos dichosos, ya inscritos en la Historia magnífica de esa Parroquia. Educador de juventudes y cultivador de vocaciones.
Y después de aquella tarea, responsabilidades más grandes: la Parroquia de Ameca, Nuestra Señora del Rosario, El Sagrario Metropolitano y el servicio fraternal diocesano.
“Contento de saludarte”, decía siempre…
De improviso ha llegado el Señor; lo ha encontrado feliz, lo ha llevado a su lado.
Tan sacerdotal, apenas el martes 2 de febrero, en Adoración con sus hermanos durante el Mensaje de Cuaresma del Arzobispo al Clero, atisbando el Cielo, pero al lado de todos.
Este domingo 7 de febrero ha llegado al umbral del Reino Celestial, muy contento de ver al Señor, cara a cara, como lo hacía amablemente con sus hermanos. “Siervo bueno y fiel: ¡entra a tomar parte en el gozo de tu Señor!”

Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

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