jueves, 4 de febrero de 2016

La pobreza como valor evangélico

Juan López Vergara

Nuestra Madre Iglesia evoca hoy la llamada que Jesús hiciera a Simón Pedro, y su decisión, junto con la de Santiago y Juan, de seguirlo. El pasaje está entretejido con la narración de un milagro. Meditaremos sus singulares circunstancias, destacando la figura de Pedro y el seguimiento como respuesta, después de haberlo dejado todo (Lc 5, 1-11).

La importancia del contexto
Si comparamos la escena con la del Evangelio según San Marcos (Mc 1, 16-20), constataremos que San Lucas eligió situarla en un contexto diferente, en el que describe con más coherencia la respuesta inmediata de Simón y sus dos colegas. La llamada viene hasta después de que Jesús había ejercido el ministerio de la enseñanza y había obrado curaciones. De una ellas el propio Simón había sido testigo (véase Lc 4, 38-39); pero, sobre todo, el milagro que vemos inserto en el texto. Por eso Pedro y “sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido” (Lc 5, 9).

La primacía de Pedro
El episodio revela el respeto que el Evangelista profesa en su relato por Simón Pedro, a quien presenta como el primer convocado (véase v. 10), resaltando su papel en el Grupo de los Doce (compárese Lc 6, 14), del cual es su portavoz (compárese Lc 9, 20.33; 18, 28), y por haber sido el primer testigo de la Resurrección (compárese Lc 24, 34). Ante el milagro realizado por Jesús, Pedro se sensibilizó de su pecado, se arrojó a sus pies y lo imploró; pero no de la misma forma como lo había hecho cuando se dirigió a Él como “Maestro” (véase v. 5), sino que ahora lo llama “Señor”, título que la Iglesia primitiva confiere a Jesús Resucitado (véase v. 8).
Jesús enseñó desde la barca de Simón, lo cual denota un matiz eclesiológico (véase v. 3); matiz que Lucas subraya aún más, cuando puntualiza que, no obstante, también otros dejaron todo para seguir a Jesús (véase v. 11), ellos no fueron los destinatarios directos de su promesa, pues ésta se hizo de forma particular a Simón (véase v. 10). Esto contrasta con lo narrado por Marcos, donde descubrimos que el llamamiento es presentado en plural (compárese Mc 1, 17).

“Y tendrás un tesoro
en los Cielos”

El relato cierra con la afirmación: “Dejándolo todo, lo siguieron” (v. 11). Lucas enfatiza así el tema del desprendimiento absoluto, que considera imprescindible para todo discípulo decidido a seguir a Jesús, y no exclusivamente para los Doce, como el caso de uno de los principales que anhelaba tener vida eterna, a quien le advirtió: “Aún te falta una cosa: vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos; luego, ven y sígueme” (Lc 18, 22).
El Cardenal francés Roger Etchegaray, en los Ejercicios Espirituales predicados al Papa Juan Pablo II y a sus colaboradores en 1997, comentó que, estando en Marsella, invitó a Madre Teresa a fundar una Casa con sus Hermanas de la Caridad. El día de la inauguración, al despedirse, la Madre le dejó un nota manuscrita, con estas palabras: “Le pido una sola cosa: que vele para que mis hijas crezcan en santidad, y proteja su pobreza”.

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