El Señor llama y selecciona
El Seminario, pulidor de vocaciones
Jorge Cadena Romo,
3º de Filosofía
Como cada año, Dios Mediante, en este Pentecostés asistiremos a una nueva Ordenación Presbiteral en nuestra Arquidiócesis de Guadalajara; un engarce más hacia la perpetuación de una práctica que, generación tras generación, nos llega ininterrumpida desde dos milenios atrás, cuando, aquel primer Jueves Santo, Dios mismo instituyó a sus primeros doce Sacerdotes.
Tal como a Pedro, como a Juan, y como a todos los demás, Jesús continúa hasta hoy llamando personalmente a cada uno de sus Sacerdotes, mirándolos con especial predilección: para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios (Mc 3, 14-15). Entonces, lo primero que hay que tener claro es que el sacerdocio no es una elección propia, sino un llamado del Maestro, una vocación.
Formación paciente y comprometida
Sumergiéndose en la confianza en Dios, que no pide imposibles (eso le toca a Él), y que quiere a sus hijos felices, lo único que el hombre llamado puede hacer es, libremente, responder. Al mismo Jesús se le resistió el Joven Rico, pero tampoco faltaron quienes tuvieron el valor de dejarlo todo para seguirlo, formándose poco a poco, estando con el Señor durante un tiempo, hasta que, al fin, bajó sobre todos ellos el Espíritu Santo prometido.
Aunque la formación sacerdotal ha seguido esquemas diversos a lo largo del tiempo, siempre gira en torno a la asimilación de ciertos contenidos y el afianzamiento en las virtudes para la maduración humana y espiritual. Los Seminarios son una idea “relativamente moderna”, resultante del Concilio de Trento (1554-1563).
Nuestro Seminario de Señor San José, de Guadalajara, fue fundado en 1696 por iniciativa del Obispo Fray Felipe Galindo y Chávez. Desde entonces, sus actividades han rendido abundantes frutos de miles de Pastores de almas, y el inapreciable tesoro de los Mártires, que alguna vez estuvieran en parecidas condiciones de los aproximadamente 1,300 alumnos que hoy conforman al Seminario más grande del mundo.
El itinerario
Para ser admitido, el varón que tiene la inquietud de sentirse llamado debe vivir un «Pre-seminario»: una semana de reflexión y oración, convivencia y deporte, que transcurre dentro del Seminario, en comunidad con otros aspirantes, bajo la atenta guía de los Formadores, de modo que tenga elementos sólidos para definir su respuesta.
El período total de formación puede llegar a ser hasta de 15 años en nuestro Seminario, si el candidato iniciara desde la Secundaria. Hay una gama de posibilidades para cursar esos primeros años, siendo la primera como Seminarista en Familia (Sem-Fam), donde el muchacho ingresa a la Institución para recibir acompañamiento, aunque vive con su familia, de la misma manera que los jóvenes de Promoción Vocacional.
La otra opción consiste en internarse y sumergirse de lleno en la vida comunitaria: dormitorio, baños, capilla, aula, comedor, canchas. Para ello están los Seminarios Auxiliares de Totatiche, Cuquío, Ahualulco, la Barca -que también cuenta con Preparatoria- y en Guadalajara la Secundaria “Anacleto González Flores”. Esta primera etapa sirve para ayudar a madurar una primera inquietud y seguir reforzándola, en un ambiente de educación integral y convivencia varonil cristiana, lo cual siempre es muy benéfico en estos tiernos años.
Como siguiente etapa tenemos el Seminario Menor, en cuya hermosa sede se cursa la Preparatoria, y muchos son los muchachos que concurren, por lo que el internarse sigue siendo una nueva experiencia para la gran mayoría. Esta etapa es crucial para el joven, que no sólo va profundizando en el discernimiento de su vocación, sino que va asumiendo la responsabilidad de afianzar como convicciones propias todos esos valores que se le inculcan, en un proceso de maduración como hombre y como cristiano.
Encontramos también allí el Instituto de Vocaciones de Adultos (IVA), donde los mayores de 18 años también estudian la Preparatoria. A su vez, el Curso de Nivelación se orienta a quienes han terminado dicha etapa educativa o tienen alguna Carrera, llegándose a encontrar vocaciones que rondan hasta los cuarenta años. Cuando el Dueño de la Mies llama, no importan las circunstancias particulares de aquellos designados, que pueden provenir de los más diversos ambientes y condiciones, como aquellos doce primeros llamados, y el Seminario de Guadalajara hace esfuerzos extraordinarios por recoger cualquier semilla que el Sembrador haya esparcido, allí donde haya caído.
La realidad de tan gran disparidad de orígenes que confluyen en el Seminario Menor dicta la necesidad de un modelo de homologación formativa, para que Preparatoria y Nivelación puedan pasar lo más integradamente posible al Curso Introductorio, una especie de Noviciado, de un año, que transcurre en Tapalpa, Jalisco. Esta Casa en la sierra, para un grupo solo, propicia grandemente la unidad fraterna en esta etapa. Es un excelente año para intimar con el Señor y reforzar la piedad y la vida espiritual; también uno de los más esperados, pues ahí se recibe la Imposición de la Sotana.
Otra dimensión
Desde Tapalpa se considera que los estudiantes pertenecen al Seminario Mayor, pero se incorporan acá, en Chapalita, hasta iniciar los estudios de Filosofía, ahora en un período de dos intensos años, absolutamente indispensables tanto para la Teología como para aprender a pensar de una manera lógica, sistemática y crítica, lo cual puede poner a prueba la espiritualidad de los alumnos. Como contraparte, ahora disfrutan de tener habitación individual, una gran ocasión para seguir forjando las convicciones, dado que ellos también descubren que el peso de su formación va reposando cada vez más en los hombros de su propia responsabilidad.
La Teología es un lapso de cuatro años que, al terminar el primero, se interrumpe por el Año de Servicio. Durante éste, el Seminarista se consagra al mismo tipo de actividades misionales y de apostolado que ya venía realizando cada mes de julio, en la Semana Santa, y todos los sábados, desde su ingreso al Seminario Mayor. Teología es también la fase en que el discernimiento vocacional ya debe haber madurado lo suficiente para asumir el compromiso de pedir la Admisión al Estado Eclesiástico y, sucesivamente, las Órdenes Menores: Lectorado y Acolitado.
El cuarto año constituye un verdadero hito, pues llega la inmerecida Gracia de la Ordenación Diaconal, después de toda una historia de pruebas, pero también de alegrías muy grandes. La vida en comunidad toca a su término, y el aún Seminarista inicia su Año de Servicio Diaconal, típicamente en alguna Parroquia; pero, al final de todo este largo -aunque inexplicablemente fugaz- proceso formativo, inevitablemente llega ese anhelado Pentecostés: frente al Pueblo de Dios y de sus seres más queridos, aquel muchacho valiente se arrodillará frente al Sucesor de los Apóstoles, y después se levantará -sin dejar de ser él mismo- siendo ya otra cosa: Sacerdote de Cristo, Sacerdote para Siempre, consagrado al servicio de las almas y del Reino.
Distintos llamados y llamadas
Un testimonio de generosa respuesta
Julio Abilio Cubas Cárdenas,
3º de Filosofía
Pisé el Seminario por primera vez en el Curso de Preseminario del Verano de 2010. Fue una experiencia muy diferente a todas las que había vivido, pues había un ambiente de paz y tranquilidad. Fui admitido en el Departamento de Promoción Vocacional, puesto que no había terminado la Preparatoria, aunque ya era mayor de edad. Duré un año ahí, mientras trabajaba y estudiaba para realizar el examen CENEVAL de Bachillerato.
Una vez acreditada la Preparatoria, ingresé al Seminario como interno el 8 de agosto de 2011. Promoción Vocacional fue de mucha ayuda para mí, puesto que conocí más de cerca el sacerdocio y la vida cristiana, gracias al testimonio de algunos Sacerdotes y Seminaristas.
Los claroscuros
Desde antes, ya comenzaba a tener certeza de que Dios era lo más importante para mí, y que seguramente lo era para todo el mundo, aunque no se diera cuenta. Quería ayudar, pero no sabía cómo. Otra cosa importante es que sentía que Dios quería que dedicara mi vida a Él, pero tampoco sabía cómo. Estaba dispuesto a hacerme Monje ¡o lo que fuera!, pero luego el Señor me fue indicando el camino que tenía para mí.
De los 16 a los 20-21 años me salí de la casa y consumí marihuana, por rebeldía, y también por falta de identidad. No me sentía agusto con nadie ni con nada. Para mí era importante ser auténtico, pero me parece que era bastante narcisista. Nunca me sentí alejado de Dios, aunque llevara una vida desordenada y poco saludable. Me gustaba salir a la calle a escuchar música y cantar, pero poco a poco Dios me fue moviendo internamente para salir del egoísmo.
Comencé a ir al Templo, aunque no comulgaba. Una tarde, entre semana, antes de la Santa Misa, estaba hincado en una de las bancas de atrás, cuando un hombre con apariencia de trabajador manual, tipo carpintero, jardinero, o albañil, se hincó a mi lado y me pidió que viera sus manos. Luego comenzó a hablarme de mi vida y de lo que yo estaba pensando en ese momento; ¡cosas que nadie podría saber! Yo me impresioné muchísimo y no pude voltear a mirarle la cara. Me habló con mucha claridad, pero no sabría decir qué es lo que me dijo exactamente. Simplemente, recuerdo que la impresión que tuve fue algo sobrenatural. Al poco tiempo me confesé, pero el Padre me negó la absolución hasta que cambiara de vida, aunque me dio su bendición. En esos días metí papeles a la escuela y regresé a casa de mis papás.
Más signos y pruebas
Recuerdo que un momento decisivo fue el día en que, ya habiendo dejado muchas cosas atrás, regresaba de la escuela cuando vi a un hombre caminar por la calle, completamente desnudo, aunque no se veía muy sucio. Me quedé paralizado, contemplando la escena sin hacer nada. Recordé la cita en que Jesús dice “Me visteis desnudo y no me vestisteis”. También recordé al Buen Samaritano… y nada hice. Me impresionó, sobre todo, la indiferencia que solemos tener ante el sufrimiento de los menos afortunados. Creo que esto reforzó mucho el llamado que Dios ya había puesto en mi corazón.
Lo más difícil para mí ha sido, y sigue siendo, salir de mí mismo, negarme a mí mismo, pero estoy contento porque Dios nunca me abandona, poniéndome siempre situaciones en las que me pide disminuir, hacerme humilde y dejar el egoísmo, porque me ama y quiere que sea feliz. Sin embargo, para eso, necesito dejar que sea Él quien viva en mí. ¡Vale la pena!, porque no hay tesoro más grande que vivir conforme a su Voluntad: ahí está la verdadera felicidad, la paz y el consuelo tan anhelados, el agua viva que calma la sed hiriente del desierto que todos llevamos dentro.
Si alguien cree sentir un llamado por parte de Dios, si siente una gran necesidad de Dios, entréguele su vida en una oración espontánea, entréguele su corazón y su destino, y hágalo con sinceridad, pues lo único que se requiere es un corazón dispuesto y sincero. Él se encargará de todo lo demás.
Inolvidable Mensaje
El Papa habla a los Seminaristas
Moisés Mercado Alonso, 3º de Teología
El Papa Francisco, el sábado 13 de febrero reciente, en un Mensaje especialmente dirigido a los Obispos mexicanos, les pidió ser muy cercanos con sus Sacerdotes. Este elemento, sin duda, es fundamental, pues Jesús mismo, con esta proximidad, puso la clave de su discipulado; siempre llevó de la mano a sus discípulos y, como Buen Pastor, cargó en sus hombros a las ovejas enfermas o perdidas y las cuidó hasta dar su vida por ellas (Cfr. Jn 10, 11).
Dicha exhortación de paternidad, de fraternidad, de caridad, alcanza también a los futuros Sacerdotes (Seminaristas), por lo que el Seminario ha de ser para el Obispo la «pupila de sus ojos». Cada Seminario es el «corazón de la Diócesis», puesto que de ahí saldrán los próximos Pastores de almas.
Gozo por la respuesta
El sábado 20 de agosto de 2011, en la Catedral de Santa María Real de la Almudena, de Madrid, el Santo Padre Benedicto XVI celebró con profunda alegría la Santa Misa con Seminaristas de todo el mundo. En la homilía, agradeció a los aproximadamente cinco mil levitas por la respuesta generosa al llamado de Jesús: «Al veros, compruebo, de nuevo, cómo Cristo sigue llamando jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo, así, viva la Misión de la Iglesia y la oferta del Evangelio al mundo». Resaltó la figura sacerdotal de Cristo presentada en la lectura de la Carta de San Pablo a los Hebreos, y urgió a configurarse con Él por medio de la entrega diaria en el cumplimiento de la Voluntad de Dios haciéndose Eucaristía; es decir, viviendo la entrega incondicional por todos, incluso por los que nos traicionan.
Puntuales advertencias
«¿Cómo vivir estos años de preparación?» Respondiendo a esta pregunta, el actual Pontífice, cariñosamente conocido ya como el “Papa abuelo”, puntualizó que la oración y el estudio, en ese orden, son las tareas fundamentales de los Seminaristas, y la santidad nuestra obligación, pues remarcó: «Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar».
El martes 16 de febrero, en el Estadio “Venustiano Carranza”, de Morelia, el Patriarca Universal de la Iglesia presidió la Eucaristía con cinco mil Sacerdotes y poco más de veinte mil Religiosos, Religiosas y Seminaristas de todo México. El Obispo de Roma les motivó a la coherencia y a fortalecer la identidad de quien ha elegido seguir a Cristo “de cerquita”. Les pidió que no dejen de orar y que oren por él: «Los Seminaristas, al entrar al Seminario, muchas veces me comentaban: ‘Padre, yo quiero tener una oración más profunda, más mental’. Mira, debes seguir rezando como te enseñaron en tu casa, y después, poco a poco, tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende, como en la vida». Con este Mensaje, el Papa Francisco dio esperanza y luz para que el Seminarista avance en su anhelo de conocer más a Cristo, de parecerse más a Él, de hacerse otro Cristo.
Luego, en otro momento de su homilía, les pidió a todos los consagrados que compartan su experiencia, su Fe, con todas las personas, indistintamente: «¡Ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído!» El consagrado nunca ha de ser funcionario o empleado de la “empresa de Dios”, sino que está llamado a decir con su vida: ‘Padre nuestro’”.
Urgió a no caer en la tentación de la resignación, del decir: «Y qué le vas a hacer si la vida es así […] una resignación que nos paraliza, […] una resignación que nos atrinchera en nuestras sacristías y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría». Su Santidad resaltó la figura del primer Obispo de Michoacán, «el español que se hizo indio […] El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración, y la oración se hizo respuesta, y eso le ganó el nombre, entre los indios, de ‘Tata Vasco’, que en lengua purépecha significa “papá”».
Y para culminar, antes de impartir la Bendición, pidió humildemente a todos los Consagrados y Seminaristas que no dejen de rezar por él.
Vocación y 100 años
Correspondencia desde la niñez
José Benjamín Rivas Muro,
3º de Secundaria
Creo que mi vocación se inició con el ingreso de mi hermano al Seminario, cuando él tenía 12 años. Yo sólo tenía 5 años y había dado comienzo en mí la inquietud de entrar al Seminario cada que asistía a las convivencias familiares, al ver cómo presentaban los sketches, cómo tocaban la guitarra y cantaban, lo divertido que se pasaba el tiempo.
Así fui entusiasmándome más y más, pero llegó un momento en el que mi hermano decidió salir del Seminario y fue durante ese lapso cuando mi inquietud se calmó. Pero la curiosidad volvió cuando un Diácono, en tareas de Promoción por parte del Seminario, fue a visitar mi Escuela cuando cursaba yo el Cuarto de Primaria y recobré el ánimo. De igual manera lo hizo al año siguiente; pero, al ingresar a Sexto me cambié de Escuela, de una privada a una pública, y fue ahí donde mis ganas de ser Seminarista hicieron que a varios de mis compañeros les surgiera el deseo de conocer más acerca del Seminario y sobre qué se trataba la vocación. Y, con la visita y pláticas del Diácono, más de mis compañeros se decidieron por ir al Preseminario.
LOS PRIMEROS PASOS
El 12 de julio de 2012 llegué al Seminario Diocesano Menor Auxiliar de Totatiche para ingresar, de inicio y como prueba, al Preseminario, luego de cuatro años de no saber nada de éste. Recuerdo con claridad que en el momento que llegué a la Casa del Seminario lo observé y dije: “Woow, aquí será mi casa durante tres años, si Dios quiere”.
Al acceder al Seminario, ya para empezar el ciclo escolar, conocí a varios compañeros que me dijeron que disfrutara mi estancia ahí porque el tiempo se pasaba en un abrir y cerrar de ojos. Yo, en ese mismo momento, pensé que a él sí se le pudo haber pasado el tiempo de esta manera, pero volteé para todos lados, y dentro de mí, me dije: “yo creo que pasaré un largo tiempo aquí”, pues pensaba que los días iban a transcurrir muy lentos.
EN UN LUGAR DE PRIVILEGIO
Ahora lo comprobé. Estoy en el Tercer Grado de Secundaria y me cuesta trabajo creer que ingresé aquí desde Primero. El solo hecho de recordar que esta Casa está por cumplir sus 100 años de Historia, hace que me ponga a reflexionar muy seriamente acerca de mi vocación, pues en cada Eucaristía, en cada Rosario, en cada oración y en cada momento que tenemos libre ante el Santísimo, le pregunto a Dios: ¿‘Si llego a ser sacerdote, en qué voy a contribuir?; ¿en realidad es lo mío el sacerdocio?’
Pero fue el momento exacto en el que me puse a pensar en mi hermano, en mis tíos, primos, familiares que han pasado por este Seminario, recorriendo los años hacia atrás, y llegué al punto en el que traje a la memoria a algunas de las personas que ahora se les conoce como Santos y formaron parte de esta Institución desde sus inicios, como lo fueron su Fundador, el señor Cura Cristóbal Magallanes Jara y su Vicario, el Padre Agustín Caloca Cortés, quienes durante la Persecución Religiosa no se echaron para atrás y siguieron con el proyecto del Seminario en Totatiche, que en aquellos tiempos se encontraba en terrenos conocidos como “El silvestre”, primera Casa de Formación.
Ahora este Seminario está por llegar a sus 100 años, por los cuales han pasado cientos de Seminaristas, muchos ya Sacerdotes; otros, hombres realizados en la vida. Y esto es lo que me motiva a seguir en el Seminario, a continuar, vaya a ser o no vaya a ser Sacerdote, porque eso no lo he descubierto con claridad; eso lo iré descubriendo según vaya transcurriendo el tiempo; iré viendo cuáles son las cosas que me favorecen para ser un buen Sacerdote; pero, igualmente, me daré cuenta de lo que me hace falta fortalecer para serlo.
Cabe mencionar que en este año celebramos los 100 años del Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe, y veo que es algo sorprendente que esta Institución siga formando Sacerdotes y hombres de bien, en general, para toda la comunidad. Y gracias a este siglo de Historia y Santidad de nuestro Seminario nos damos cuenta de que, en esta Región del Norte de Jalisco, no hay mejor lugar para la formación de ciudadanos, de cristianos y, si así Dios lo quiere, de santos Sacerdotes, como lo fue San Cristóbal Magallanes, Fundador de este semillero de vocaciones.
¡Vale la pena ser Sacerdote!
Campaña por el Día del Seminario
Joaquín Antonio Orozco Landeros,
2º de Teología
El Seminario Diocesano de Guadalajara, antes del mes de marzo, hace llegar su mensaje a toda la Arquidiócesis tapatía para dar a conocer esa Institución, hacer promoción vocacional y motivar el apoyo a través de la oración y los recursos materiales y económicos indispensables para la formación de los futuros Sacerdotes.
Dicha Campaña comienza a prepararse con anticipación para que el mensaje tenga eco en los fieles cristianos que se interesan por esta Casa de Estudios, que es “el Corazón de la Diócesis”.
Con el Lema “Vale la pena ser Sacerdote. ¡Ven y sígueme!” se hace saber acerca de esta vida de servicio que sobrepasa las realidades existenciales de todos aquellos que se ven beneficiados por el sacerdocio que ejercen los Ministros dentro y fuera de la jurisdicción territorial diocesana.
El mensaje se difunde a través de los Medios de Comunicación Social convencionales y también los cada vez más actuales (las Redes Sociales), que ayudan a mostrar esta Institución que tanto bien hace a la Iglesia y a la Sociedad misma.
Los encargados de esta Cruzada, en esta ocasión, han sido los mismos Seminaristas, por ser ellos quienes conocen perfectamente los retos y luchas, sin dejar de lado las alegrías que se viven en las distintas etapas de formación que los van haciendo instrumentos de la Gracia de Dios. Los carteles, spots, calcomanías, estampas y demás motivos propagandísticos están empapados de realidades que expresan esta aventura que, ciertamente, vale la pena.
Teniendo en cuenta el Año de Gracia que estamos experimentando en este 2016, la Campaña, y en especial el cartel, giran en torno a la Misericordia, de la cual los Sacerdotes son los primeros mediadores para dispensarla por todo el mundo.
Crece la demanda
La cosecha es mucha; los trabajadores, pocos
Heriberto Cruz, 2° de Filosofía
No sin las oraciones y la sangre derramada en esta tierra por los Santos Mártires Mexicanos, el Seminario Conciliar de Señor San José sigue siendo el primero mundialmente en cuanto a jóvenes discípulos de Cristo que quieren ser sus Sacerdotes para servir a un pueblo distinguido por su religiosidad y su entrega a Dios, como es la Arquidiócesis de Guadalajara.
En el Seminario, los candidatos al Orden Sacerdotal adquieren ciencia y virtud para entregar toda una vida al servicio no sólo de los cristianos católicos, sino que extienden su mano a toda la Humanidad, a todo aquel que lo necesite.
Del Seminario surge el Presbiterio
La Iglesia de Guadalajara cuenta con un aparentemente amplio cuerpo de Sacerdotes: 1,019 Diocesanos y 357 Religiosos, con un promedio de 35 Sacerdotes ordenados por año. Se trata de atender 422 Parroquias, 352 Templos y 38 Cuasi-parroquias a lo largo y ancho de la jurisdicción diocesana. La Arquidiócesis registra una población de 6’141,000 católicos, y son bautizados, aproximadamente, 97,000 fieles al año. Así, promedialmente, a cada Sacerdote le corresponde atender a 4,462 fieles, lo cual, en la práctica, es sumamente difícil, e incluso, podría decirse, imposible.
Este domingo 6 de marzo el Seminario festeja su Día e invita a toda la Arquidiócesis a unirse en oración para pedir por los Seminaristas y por los ya Sacerdotes que han pasado por esta Institución. Merced a su apoyo, ha formado a miles de Sacerdotes en sus 320 años de vida. Para lograrlo se necesita del respaldo generoso de todos los fieles, y es por ello que en este día se realiza una Colecta para recaudar fondos, con los cuales se sostiene una parte del Seminario. Lo demás, proviene de los bienhechores, que mes con mes dan una aportación voluntaria. ¡Gracias por sus oraciones y su colaboración!.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario