jueves, 10 de marzo de 2016

Dolores Echeverría, una tapatía que entregó su vida por la Educación y la vocación religiosa

Camino a los Altares

Huérfana, comenzando de cero, llegó a fundar una Universidad y una
Congregación Religiosa rica en Apostolado.

M

Claudia Marilú del Olmo Pintor
Coordinación de Promoción Vocacional
Misioneras de Jesús Sacerdote

Dolores Echeverría Esparza, MJS, nació en Guadalajara, Jalisco, el 4 de mayo de 1893. Sus padres fueron don Francisco de Paula Echeverría Dorantes y la Sra. Concepción Esparza Arandas. El matrimonio tuvo siete hijos, y Dolores fue la más pequeña.
Su mamá murió cuando Lolita tenía apenas 7 años, y desde entonces la hermana mayor, Adela, se hizo cargo de su educación.
Lolita cursó la Primaria en la Escuela Oficial Doctor Coss, en el Distrito Federal; la Secundaria y Bachillerato en el Colegio del Sagrado Corazón entre los años 1908 y 1913, en plena Revolución Mexicana. Ahí obtuvo la Banda Azul, con la que distinguían a las alumnas por su excelente aprovechamiento.
Después, ingresó a la Escuela de Militarización de la Defensa Nacional, para revalidar y completar sus Estudios Superiores, y se tituló como Educadora de Jardín de Niños el 3 de enero de 1918.

UNA OBRA EDUCATIVA QUE FUE CRECIENDO
Dolores Echeverría tenía grandes ideales de entrega a Dios y de intenso apostolado, lo que realizó con la fundación del Jardín de Niños Motolinía el 29 de junio de 1918, apoyada por Mons. Manuel Fulchieri y Pietrasanta.
Así, el Centro Educativo nació de la sensibilidad y entrega de Dolores y, como ella misma lo expresó, en el Kindergarten Motolinía desarrolló sus deseos de apostolado, respondiendo, además, a la apremiante necesidad de la Educación Cristiana en México.
Con el transcurso de los años, la obra se fue extendiendo, y en 1926 abrió sus puertas la Escuela Primaria Motolinía; en 1928 la Escuela Secundaria, y en 1930 la Preparatoria, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ella misma continuó sus estudios y en 1933 ingresó a la UNAM a la Facultad de Filosofía y Letras para estar a la altura del nivel que deseaba para su Escuela. Sin embargo, no logró terminar, pues el peso del Colegio y de la Congregación le consumía todo su tiempo.
El 18 de febrero de 1943 abrió la Universidad Motolinía.

EL SUEÑO DE SER RELIGIOSA
Desde muy niña deseó consagrar su vida al Señor. Primero, conoció a las Religiosas del Sagrado Corazón, con quienes se educó y de ellas asimiló su forma de educar y organizar.
Más tarde, ya con la fundación del Kindergarten, conoció a las Religiosas de La Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, y todo en ellas le gustó: su espíritu, sus fines, su hábito, y su deseo fue tener su espíritu (Espiritualidad de la Cruz); pero, a la vez, con amplísimo apostolado.
Dolores misma decía: “Sentí, juntamente con los deseos de vida religiosa, el afán de apostolado; me encantaban las Madres de La Cruz, pero lamentaba el que no tuvieran obras externas de apostolado…”
Estos deseos de vivir el Espíritu de La Cruz y desarrollar un amplio apostolado fueron como un faro que sostendría su búsqueda y la impulsarían siempre.

UN DESEO CUMPLIDO
Dolores, ayudada por su hermana Adela, desde muy joven procuró la Dirección Espiritual, contando con la ayuda de diversos Sacerdotes, entre ellos el Padre Félix de Jesús Rougier, Misionero del Espíritu Santo, y el Padre Edmundo Iturbide Reygondeaud, también M. Sp. S. Ellos, en su momento la fueron orientando y ayudando a descubrir la Voluntad de Dios y a ver, a la luz de la Fe, lo que Dios le pedía en la búsqueda de sus ideales.
“En ese año 1932, el Padre Iturbide, accediendo a una invitación nuestra, fue a dar Ejercicios Espirituales a las niñas del Colegio. Después, con frecuencia nos daba Retiros. Yo me sentía atraída por su Espíritu, por la Doctrina que daba a las niñas y a nosotras; concordaba perfectamente con lo que yo pensaba y deseaba”, llegó a decir la Madre Dolores.
Desde ese año, el Padre Edmundo participó de manera creciente en la preparación, fundación y consolidación de la Congregación, y “el año de 1935 comenzó a ser el ‘Padre de la Obra’. Después de muchos trabajos, luces y sombras, vio la luz la Obra tan deseada de Misioneras de Jesús Sacerdote, el 14 de enero de 1938.

SIGUE DANDO FRUTOS
Hoy, estas Misioneras han dado continuidad a la Obra y quieren ser fieles a los ideales que los Fundadores le han trazado, con la amplitud del carisma sacerdotal.
La Madre Dolores concluyó su Misión el 29 de septiembre de 1966, pasando a la Casa del Padre, llena de virtud y, como nos dice la Hermana María de la Luz Ruano, recordando el elogio fúnebre que pronunció el Lic. Santiago Barajas Montes de Oca: “La Educadora y la Santa, fue una mujer que, sin tener nada y comenzando por un modesto Jardín de Niños, hizo una Universidad; fue una mujer que, sin tener nada, formó una Congregación Religiosa. De diferentes partes del país han llegado jóvenes atraídas por su espiritualidad y por su vida, deseosas de consagrarse al Señor, dispuestas a seguir el mismo camino que ella recorrió, y a trabajar por el mismo ideal”.
Su Causa de Canonización se inició el 2 de septiembre de 2003, en la Arquidiócesis de México. Actualmente, permanece como Sierva de Dios.

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