jueves, 10 de marzo de 2016

Cómo se preparaba y celebraba la Semana Mayor

En la Guadalajara de antes

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Lic. Helia García Pérez
Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Guadalajara

En nuestra Perla de Occidente se iniciaban las celebraciones de la Semana Santa el Viernes de Dolores, día en que finalizaba la Novena dedicada a la Virgen de esa advocación y se instalaba, en cada Templo, un altar alusivo. A ese Semana previa se le conocía como “de Pasión”.
De allí, al terminar el Ejercicio del Novenario, partía la gente a los distintos barrios, bien fuera a pie o cabalgando en humildes borricos, mulos o caballos, a venerar a La Dolorosa o a admirar los altares de las casas de piadosos vecinos que los realizaban, en propiedad y riqueza y, sobre todo, en prodigalidad, para regalar, a todo visitante, agua fresca de jamaica, de tamarindo, de limón con chía, horchata de semillas de melón, de cebada, o de arroz con canela.
Y a esas bebidas se les llamaba “el lloro de la Virgen”, enfriadas en panzudas ollas o tinajas de barro, sumergidas en arena húmeda. Se adornaban los altares con macetitas en las que se sembraba cebada tierna, trigo o lentejas, cultivadas a la sombra para que adquiriesen un verde pálido. También se ornaban con naranjas agrias maduras, en las que se clavaban banderitas de papel picado. Ardían velas de buena cera en candelabros. Y todo esto, sobre mantelitos de papel de China, artísticamente calado. El piso se cubría con una alfombra de trébol fresco que, al ser pisado, difundía un grato perfume que se combinaba con el del incienso de los nardos y azucenas y el de la cera.

COSTUMBRES Y EXCESOS
Se llamaban “incendios de carne” cuando los personajes que en ellos figuraban eran humanos: San Juan, la Magdalena y los angelitos. A veces, la Magdalena bebía sus propias lágrimas, acompañada por San Juan y los demás representados.
Aquí en Guadalajara se “toreaba” el agua fresca con tequila o aguardiente, y por demás está decir que muchos visitantes acababan lacrimosos, locuaces o agresivos, según su vena, compadeciendo a la Virgen, máxime si era de carne.
Tales abusos hicieron que el Obispo Diego Aranda y Carpinteiro girara, a las Parroquias del Obispado, un “Auto” prohibiendo los “incendios”. En Etzatlán (Región Valles) todavía se conserva esta costumbre, siendo los “incendios” o altares más visitados los del Barrio del “Guayabito”, famoso por sus aguas frescas; el de la “Alegría”, por la fantasía del arreglo, y el de la “Cajita del Agua”, por la profusión de flores y los exquisitos elotes de riego que se venden en la plazoleta.
Olvidaba decir por qué se denominan “incendios”: en tiempos de la Colonia, y aun mucho después, las calles se alumbraban con mortecinos mecheros de aceite. Y, como en los altares de Dolores se hacía derroche de luces, se notaban éstas desde lejos, como un verdadero incendio, y de allí su nombre.

PRINCIPIO DEL RECOGIMIENTO… Y ASEGUNES
El “Toque de Tinieblas” del Miércoles Santo ponía fin al discreto bullicio del pueblo y empezaba un silencio pesado, imponente. Los adultos hablaban quedito; se penaba a los muchachos que gritaran, amenazándolos con una soberbia paliza para el “Sábado de Gloria” si desobedecían; los señores se abstenían de andar a caballo o en coche. También “era pecado” bañarse… (¡Con aquel calor que hacía!) Se silenciaban las campanas y solamente se oían las matracas.
El Jueves Santo se instalaban puestos de aguas frescas y de empanadas, adornados con banderines de papel picado. Por los años veintes, empezaban a expendirse las aguas gaseosas de “El Géiser”, fábrica que se localizaba en el Barrio de Analco, cuyos propietarios eran los señores Fernández Pérez Beas y repartían su producto en carros de caballos. Estas gaseosas hacían competencia a las aguas frescas, aunque ambas se “toreaban”, y podemos decir que éste fue el origen del “chango” o “changuirongo”. También, clandestinamente, en el puesto que se instalaba frente a la puerta del Museo del Estado, se vendía la cerveza La Soñadora, que fabricaba La Perla, factoría que se localizaba donde fue Maxi Calzada, frente al Parque Morelos.
Con los años, ha tomado auge la venta de empanadas, que se remonta a los egipcios. Ya el panadero del Faraón, Akenatón, preparaba unas tortas en forma de “media luna”, rellenas de pato del Río Nilo o de pasta de dátil con miel.

EL VIERNES ERA LA PROCESIÓN DEL SANTO ENTIERRO.
El Sábado “se abría La Gloria” desde el mediodía y se quemaban los Judas con gran estrépito de cohetes, buscapiés, ladridos de perros, gritos, lágrimas, carcajadas, y las famosas bañadas y las “tundas” a los muchachos, “para que crecieran”… Así eran las cosas por estas fechas en la Guadalajara de endenantes, pues.

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