jueves, 10 de marzo de 2016

Jesucristo es el Rostro de la Misericordia del Padre

Juan López Vergara

Nuestra Madre Iglesia ofreció, el domingo pasado, una Parábola del Señor, que revela la Misericordia incondicional de Dios (Lc 15, 11-32). Hoy, para este Quinto Domingo de Cuaresma, nos presenta un texto que manifiesta a Jesús como el Sacramento de esa Misericordia Divina (Jn 8, 1-11).

EL SUBLIME RESPETO DE LA COMUNIDAD
Se trata de la narración de una mujer atrapada en flagrante adulterio. Los exégetas la denominan perícopa “errática”, por encontrase en el Evangelio según San Juan, cuando todo indica que procede de la tradición sinóptica. Nótese que los dos primeros versos encajarían muy bien en el relato evangélico de San Lucas, donde leemos que Jesús, “Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche en el monte llamado de Los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para ir hacia Él y escucharle en el Templo” (Lc 21, 37-38). El hecho de haber sido conservada e insertada en el Cuarto Evangelio demuestra el inmenso respeto que esta perícopa debió suscitar en las comunidades joánicas, sin duda, por ostentar aspectos cristológicos de la mayor profundidad.

EL VERDADERO SER DEL HOMBRE SE
TRANSPARENTA EN LA BONDAD DE JESÚS

Todo comenzó cuando un grupo de teólogos y fariseos llevó a una mujer sorprendida en adulterio, y con desprecio la colocaron frente a Jesús (véase v. 3). Aquellos conocedores de la Ley afirmaron que Moisés prescribió que en dichos casos la adúltera debía ser lapidada (véanse vv. 4-5a); no obstante, cuestionaron a Jesús: “¿Tú qué dices?” (v. 5b). El Evangelista aclara que, con esta pregunta, pretendían ponerle una trampa (véase v. 6a).
En medio del inmisericorde espectáculo, Jesús reaccionó con generosa compasión. Se inclinó y empezó a hacer trazos en el suelo (véase v. 6b). Pero, ante la insistencia de los acusadores, Jesús se vio precisado a enfrentarlos: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (v. 7). Se fueron de uno en uno, empezando por los mayores hasta quedar sólo Jesús y la mujer (véanse vv. 8-9).
El Señor, entonces, con delicado respeto, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” (v. 10). Ella, desde lo más hondo de su agradecido corazón, reconociendo la amable Misericordia de Jesús, le contestó: “Nadie, Señor” (v. 11a). Todo terminó con unas alentadoras palabras de Jesús: “Tampoco Yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar” (v. 11b).
Edith Stein, Filósofa y mística; judía y cristiana; mujer, Monja Carmelita y Santa; víctima de la Shoá, enseña: “El verdadero ser del hombre, en su esencia misma, se transparenta, clarísimamente, en la bondad de Jesús y en su Amor a los hombres” (A. U. Müller – M. A. Neyer, Edith Stein. Vida de una mujer extraordinaria, Monte Carmelo, Burgos 2001, Pág. 174).

¿QUIÉN ES JESUCRISTO?
Este breve texto nos conduce a cuestionarnos ante el Divino Misterio de Jesús, quien hasta se atreve a corregirle la plana al propio Moisés.
“Jesucristo es el Rostro de la Misericordia del Padre. El Misterio de la Fe Cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra” (MV 1).

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