jueves, 10 de marzo de 2016

“Incendios” a La Dolorosa

Una tradición que se esfumina
Los “incendios” del Viernes de Dolores

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Profa. Raquel Guadalupe Núñez Rojas
Centro de Estudios Históricos “Fray Antonio Tello”

Durante el período cuaresmal viene bien recordar una de las muchas costumbres que adquirieron carta de identidad en nuestro país desde la época de la Colonia, y que forman parte de nuestro rico acervo cultural. Tal es el caso de los altares o “incendios” de Dolores, que reflejan el sentir de un pueblo tan religioso como el mexicano, pues no obstante la influencia de modas extranjerizantes, no ha perdido del todo sus raíces.

SUS ORÍGENES
El culto a la SantísimA Virgen de los Dolores nació a propósito del Sínodo Provincial celebrado en Colonia, Alemania, en 1413, y al seno del cual se acordó dedicar a la Virgen María el sexto Viernes de la Cuaresma, como un tierno recuerdo de sus Dolores, que son siete; a saber:
1 La Profecía del Anciano Simeón. 2 La angustia que padeció durante la huída a Egipto y su permanencia allá. 3 La pérdida de su Hijo Jesús. 4 Cuando encontró a su Hijo, camino al Calvario, con la Cruz a cuestas. 5 Cuando asistió a su Hijo en su agonía, clavado en la Cruz. 6 Cuando el soldado, con una lanza, le abrió el costado a su Hijo. 7 El momento de la sepultura de Jesús.
En el Reino de la Nueva Galicia, esta devoción cobró auge desde 1592 con la llegada de los Misioneros Jesuitas, quienes eran grandes promotores del culto a la Madre de Dios.
Ahora bien, el nombre de Dolores, tan popular en España, apareció en nuestro país en el Siglo XVI, gracias a la devoción hacia distintas advocaciones marianas que nos inculcaron los Misioneros Franciscanos; pero fue por estas tierras de la Nueva Galicia donde floreció la costumbre de montar los altares que posteriormente se llamarían “incendios”.

SU PREPARACIÓN Y CONFECCIÓN
El Cronista Ignacio Dávila Garibi relata que “desde tiempos inmemorables, fue costumbre entre los habitantes de Guadalajara celebrar familiarmente la Fiesta de la Virgen de los Dolores, en cuyo honor levantaban cada año un altar en alguna habitación con ventana a la calle, para que los vecinos no invitados a participar en el agasajo, pudieran ver el altar sin entrar a la finca”.
Y añade: “Abundaban en el adorno de estos altares las palomitas de algodón y la grenetina, los comalitos de cebada recién nacida, las flores, las esferas de cristal y, sobre todo, las velas de cera, en gran cantidad, cuyas luces producían una atractiva y deslumbrante iluminación.
Los altares que se instalaban en los templos y en los hogares, dedicados a María en su advocación doliente, debían de mostrar, al centro, la imagen de La Dolorosa, bien fuera pintada o esculpida. Dicho altar se acompañaba siempre de una Cruz, velas, ramas de pino, macetas con flores, trigo nacido, cebada, chía, manzanilla en el piso, además de múltiples adornos de papel de China morado y banderitas doradas. Algunas veces adicionaban jaulas con pájaros canoros.
Tales altares eran instalados en típicos Barrios como El Santuario, San Felipe Neri, El Refugio, La Capilla de Jesús y otros del Centro de la Ciudad, y se les llamó “incendios” precisamente por la gran cantidad de luces prendidas. Y, como las calles tapatías carecían de alumbrado, el reflejo que salía de las ventanas daba la impresión de que la casa se estaba incendiando. Es más, muchas veces, con el aire propio de la temporada, la llama de las velas alcanzaba alguna cortina y provocaba una quemazón de verdad.

OTROS MOTIVOS
En el Barrio del Santuario era común salir de paseo por las calles para admirar los montajes, comentar los arreglos y saludar a los conocidos. La ocasión era aprovechada por los muchachos para conocerse y para declarársele a sus “preferidas”. Otros jóvenes sacaban a pasear sus caballos y se vestían de charros.
Complemento infaltable era el agua fresca que se ofrecía a los visitantes, principalmente de limón con chía, de jamaica o de cebada, en ocasiones incluso “bautizadas” con tequila, mezcal o aguardiente. No faltaban quien llevara música a la Virgen con alguna reducida Orquesta y, ya contentos, se pusieran a bailar y a convertir en jolgorio una devoción a la Virgen..
Hoy en Día, los altares más tradicionales que se acondicionan por estas fechas son el del Museo Regional; el del Museo de la Ciudad; el de la Casa de la Cultura de Zapopan; el del Ayuntamiento de Guadalajara; el de la Casa Museo “López Portillo”; el del Centro Cultural “El Refugio”, de San Pedro Tlaquepaque, y el de la Casa de la Cultura en Tonalá.

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