jueves, 5 de noviembre de 2015

EDITORIAL

Si no hay justicia, ¡tú cóbratela!

Vuelve a estrenarse la “Ley del Talión”. Guadalajara es un campo fértil para el desquite por sus propias manos. Son ya noticia frecuente, casi de todos los días, los ladrones en motos. Circulan por lugares insospechados, casinos de fiesta, cercanías de los templos, oficinas de Cáritas, escuelas, cajeros automáticos, centrales camioneras, inmediaciones de tianguis… De sobra coincidimos en que tales maneras de comportamiento, el acostumbrarse a vivir de lo ajeno, cual parásitos de la Sociedad, ha sido siempre plaga de los pueblos, y en todos los siglos.
El problema es complicado. Pareciera que el mundo ha retrocedido por centurias en materia de educación. Se negoció el respeto a las Leyes; es notoria la falta de conciencia; malbaratamos la Religión; las buenas conciencias se acabaron. Empieza a ser notoria la manía de hacerse justicia por propia mano. Es éste un asunto grave en la convivencia social, familiar. Se inventan con habilidad múltiples razones, explicaciones y hasta justificaciones.
Un homicidio puede desatar una cadena de numerosos crímenes. Hay personas que piensan que la venganza, el desquite, es la solución; pero, en realidad, sólo se aumentan los estándares de violencia. Hacerse justicia por cuenta propia -opinan no pocos- es una ‘solución válida’, porque las Autoridades no alcanzan a poner orden o actúan de manera selectiva. Tantos asesinatos pueden, también, generar una serie de reflexiones y acciones para iniciar un camino de misericordia.
Por el contrario, parece más fácil propiciar crímenes en cascada. El Mal siempre rebosa venganzas. Un robo a la usanza peliculesca del Lejano Oeste atrae de hecho una sarta de perversidades, revanchas, acusaciones falsas; las pasiones humanas se desbordan en círculos concéntricos.
La Zona Metropolitana de Guadalajara, al presente, vive días infelices por distintos motivos. Recién se ha desatado una lacra social: robos y asaltos realizados a bordo de motocicletas de una forma intrépida por calles y barrios de todo tipo. La ambición se destrampa y, aunada a la falta de empleo o a las pocas ganas de trabajar decentemente, se decide, desvergonzadamente, vivir a costillas del privar a otros de sus bienes y aun de la misma vida. Organizada o no esta delincuencia, da lo mismo. Los crímenes suelen traer desquites. Desde los tiempos bíblicos, hay rastros de ello hasta entre hermanos; pero también es cierto que muchos invocan el juicio justiciero de Yavéh Dios.
Hay noticias, historias que se cuentan de manera pormenorizada en la Prensa de cada día: “Sacan los ojos a dos rateros”. “Cortan la mano a un ladrón”. “Asaltantes en moto, en la huída, atravesados por varillas al chocar contra un camión”. “Policía mata ladrones frente a las cámaras”. “Camioneta atropella a asaltantes que huían”. “Ladrón apaleado en el transporte público”. “Mujer le roba la moto al ladrón…” La Autoridad sabe que hay zonas de truhanes en moto, y no se hace presente. “Estudiantes se hacen justicia por su propia mano e incineran moto de presunto ladrón…” La lista en los Medios de Comunicación llega a ser amplia, a la par que grotesca.
Es menester desterrar para siempre el “ojo por ojo”; darle espacio a la precaución; vigilancia entre vecinos y, sobre todo, hacerle lugar a la misericordia. Ante una Sociedad sin valores y casi nulo sentido de la misericordia porque se ha olvidado desde la familia corregir al que yerra, las desigualdades y falta de oportunidades aceleran la violencia. Es imperoso construir un mundo diferente, otra Sociedad más justa.

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