jueves, 12 de noviembre de 2015

EDITORIAL

Para decir No a las drogas, hay que decir Sí a la vida

El tema de los estupefacientes con libertad de uso, alienta situaciones dolorosas y difíciles de controlar. Se dice que las grandes mafias se darán de alta formalmente pagando impuestos, con grandes consorcios de mercadeo y publicidad exterior. ¡Faltaba menos! Que se generarían incontables recursos con los impuestos recabados para implementar con eficacia, por ejemplo, plataformas educativas en bien de la juventud y la niñez, futuro esperanzador de todos los pueblos (¡gulp!). O, tal vez, que la corrupción aumente, lo mismo que los consumidores y las nuevas generaciones vengan hartas de libertad.
Han llegado ocurrencias nacionales, genialidades de políticos de carrera, tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo y del Judicial; se cruzan opiniones de Diputados y Senadores, de Funcionarios de media aureola y de un sinfín de comentaristas. Hay reflexiones desde los distintos espectros sociales, ideológicos e incluso religiosos. Hay opiniones cuerdas y responsables, y de algunos que sólo entran a batir la masa. Se arguye fortalecer con mejores Leyes a la Nación; pero, ¿qué leyes y para quién? Se presumen intereses oscuros, por decir lo menos.
Habrá que admitir que en México no nos alcanza para una cultura de respeto y tolerancia. Somos tierra de cultivo para la violencia, los secuestros, los robos. En este tema de legalización, consumo y tráfico de drogas, la gente ve más riesgos que beneficios. Diversos países del Globo han realizado adecuaciones al respecto; pero, en poco tiempo, han dado marcha atrás. Así en Alaska y en diversas naciones europeas, como también de las llamadas “tercermundistas”.
Este tipo de tolerancia produce crímenes, pobreza, ignorancia, desintegración familiar. Con la despenalización en nuestra República, estudiosos, educadores y paterfamilias prevén records insospechables de adictos, y según en el esquema económico que vivimos, seremos una raza de fácil reemplazo en el trabajo manual, intelectual y en otros apartados de la productividad. Esta iniciativa envenena instituciones probas. Con la anuencia legal a las drogas, seremos tierra de cultivo para el crimen, la desigualdad; un cataclismo para los valores humanos; generaciones enteras verán truncadas sus esperanzas; habrá un latente riesgo de desintegración y descomposición social.
El Papa apuesta por un No rotundo a las drogas, que tiene importantes concomitantes: “Para decir este No, hay que decir Sí a la vida, Sí al amor, Sí a los demás, Sí a la educación, Sí al deporte, Sí al trabajo, Sí a más oportunidades de trabajo”.
Ni la legalización de las drogas ni la detención o liquidación de los líderes de los cárteles es la solución a la violencia que se sufre en México, como señaló el Doctor Antonio Luigi Mazzitlli, Representante de la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito para México, Centroamérica y El Caribe. La solución, dijo, es comprender que la drogadicción es un problema de salud y, como tal, debe combatirse con prevención y atención en la comunidad joven. También apuntó que, para combatir el crimen organizado, debe contarse con una Policía honesta, capaz y profesional.
El Papa expresó: “El azote de la droga sigue haciendo estragos con formas y extensión impresionantes, alimentado por un mercado turbio que traspasa las fronteras nacionales y continentales. Así, crece cada vez más el peligro para los jóvenes y adolescentes. Frente a este fenómeno, siento la necesidad de expresar mi dolor y mi preocupación… la droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y con el mal no puede haber compromisos. La permisividad no resuelve el problema”.

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