jueves, 26 de noviembre de 2015

La espiritualidad del empresario católico

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanas, hermanos:

La vida en Cristo también debe manifestarse en la actividad empresarial y en los criterios que el empresario católico asume y adopta para actuar en la empresa, a favor de ella, de quienes la sostienen, y a favor de la Sociedad en la que se proyecta.
La vida en el espíritu de Cristo la asume el empresario y la proyecta en todo lo que lo rige, en lo que es, y en lo que hace. Cuando esto no sucede, se da el divorcio entre la Fe y la vida.
Cuando mi espiritualidad la utilizo como un traje que me pongo para ir al templo o para hablar con el Obispo, y me lo quito cuando se trata del negocio, entonces van a prevalecer los criterios de ambición, de egoísmo, de falta de solidaridad…
Si dices que tienes espiritualidad, pero la tienes como un traje que te pones y te quitas, no es una vida, porque la espiritualidad es toda una vida en el espíritu de Cristo.
Los empresarios que son Iglesia y que forman parte de ella, sepan que no pueden decir: “Yo ayudo al Párroco en la restauración del Templo, en obras de servicio social, pero mantengo mi separación de ella”. No. Porque la auténtica espiritualidad del empresario se manifiesta en el compromiso de pertenencia a la Iglesia. En este sentido, estamos hablando de ese amplísimo campo que es el laicado, que son todos los bautizados y bautizadas.
El Papa Francisco, en la Encíclica Evangelii Gaudium, nos hace tomar conciencia de que los fieles bautizados son mayoría en la Iglesia, y que, por lo tanto, no se entiende nuestro ministerio sacerdotal si no es en orden al amplísimo Pueblo de Dios, al que debemos servir nutriéndolo con la Palabra y con la Gracia de los Sacramentos.
El Santo Padre, en el contexto de la reforma de la Iglesia que ha emprendido, utilizando una significativa expresión, nos dijo a los participantes en el reciente Sínodo de la Familia, recordando el Aniversario del Concilio Vaticano II, que ahora estamos en el tiempo de “invertir la pirámide”.
En una visión limitada de Iglesia, el Papa se encuentra en lo más alto de la cúspide; luego, le siguen los Cardenales, Obispos, Sacerdotes, y en la base, el gran Pueblo de Dios.
Ahora, señala Francisco, en una auténtica visión del Concilio Vaticano II, buscando una significativa reforma, se trata de invertir la pirámide: el Papa, a la base, como siervo de los siervos de Dios; su único Poder es el servicio, su único Poder es la Cruz; éste es el Poder de Dios.
Cuando les digo que deben ser empresarios con espiritualidad cristiana, quiero decir que sean empresarios con una estrecha y definida pertenencia a la Iglesia, empresarios corresponsables de la vida de la Iglesia, no observadores, no consejeros, no bienhechores de la Iglesia; empresarios y empresarias formando la única Iglesia. Y nosotros Obispos, junto con el Papa, al servicio de todo el Pueblo de Dios.
La espiritualidad del empresario debe nutrirse de la Doctrina Social de la Iglesia, de su pertenencia a ella, y en el estudio y comprensión de la Palabra, así como en la participación de los Sacramentos.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

“Por el Ministerio ordenado, especialmente por el de los Obispos y los Presbíteros, la presencia de Cristo como Cabeza de la Iglesia se hace visible en medio de la comunidad de los creyentes”.
CIC, 1549.

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