jueves, 1 de octubre de 2015

De la Eucaristía brotan los frutos buenos

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanas, hermanos:

En este momento crucial de la historia del mundo y de nuestra Patria, México, quiero proclamar, en nombre de Dios, que sólo en la vivencia concreta y cotidiana del amor, a ejemplo de Cristo, podrá la Familia y la Sociedad experimentar una profunda y verdadera reconstrucción.
Ofrenda de amor de Cristo será alegría y vida para la Familia, cuando en la Familia, todos: los padres, los hijos, los hermanos, los esposos, imiten y configuren su vida con semejante amor.
Solamente en el amparo de este amor Eucarístico, los esposos, hombre y mujer, podrán vivir su amor en fidelidad y respeto; los hijos vivirán su filiación en obediencia, honra y ayuda a sus padres; los hermanos serán capaces de convivir en auténtica fraternidad, fuera de envidias, egoísmo u orgullos; los esposos guiarán en disciplina y ternura a sus hijos.
Éste es el único camino -el del amor Eucarístico- mediante el cual la Familia podrá ofrecer los frutos que le corresponden a su identidad y misión en el mundo, conforme al proyecto designado por el Padre desde la Creación del Universo.
Jesús nos dice en el Evangelio que “no hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos” (Lc 6, 43-44). Y la Sagrada Escritura atestigua que los frutos, buenos o malos, brotan del corazón del hombre: “Porque de dentro del corazón de los hombres, salen las intenciones malas, fornicaciones, robos, asesinatos, adulterio, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidias, injurias, insolencia, insensatez. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc 7, 21-23).
Pues bien, para que en todo tiempo, y máxime en los momentos de mayor adversidad, los frutos sean de bondad y no de maldad, la Familia y el mundo hemos de realizar nuestra vida en el camino del amor oblativo, del amor Eucarístico de Jesús.
Al vivir este amor en familia, los frutos serán sorprendentemente distintos. La Familia vivirá en “alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” (Gal 5, 22-23). “Pues lo que uno siembre, eso cosechará… el que siembre para el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna” (Gal 6, 7-8).
Hermanos, con la fuerza de la Eucaristía, con la fuerza de esta “ofrenda de amor”, no nos cansemos de hacer el Bien. Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el Bien a todos. Así, la Familia vivirá en plenitud de alegría y vida; plenitud que sólo se encuentra en el amor oferente de Cristo Jesús.
María Santísima de Guadalupe, la Madre del Verdadero Dios por quien se vive, la Madre del Amor oferente, sostenga, defienda y guíe a las familias de nuestra amada Patria, para que cada una de ellas viva en fidelidad y coherencia el proyecto de amor que el Padre de toda bondad ha designado que ellas realicen. Y así, la Eucaristía sea fuente de alegría y vida plena para cada Familia y cada persona de esta bendita tierra, amparada por la presencia privilegiada de la Madre de Dios.

Yo les bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

“Allí donde aparezca el Obispo, allí debe estar el pueblo, así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica”.

San Ignacio de Antioquía

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