jueves, 15 de octubre de 2015

EDITORIAL

En la Sociedad mexicana, la Familia cuenta mucho

Mucha gente se queja de la crisis de valores en todos los niveles humanos, pero de un modo alarmante en el círculo más cercano, el hogar. El análisis llegado al Sínodo Mundial de los Obispos sobre la Familia recoge observaciones provenientes de los cinco Continentes; hay bondades, pero también alarma, que angustia el futuro de la llamada Célula de la Sociedad.
La esencia mexicana de la Familia, desde sus raíces indígenas, engarzadas con la presencia de los Misioneros y el Milagro Guadalupano, parece que la ha bendecido con una espiritualidad religiosa que empuja a la solidaridad, a la cercanía con los que sufren; alienta los valores y potencialidades. También se sufre la invasión por la transculturización y el abandono de moldes tradicionales. Hoy, por ejemplo, tiende a enrarecerse la sensibilidad familiar con quienes sufren en nuestro propio entorno.
Con todo, el modelo familiar, propio de estas tierras mexicanas, todavía es una bendición, pues los padres son capaces de transmitir principios, de inculcar la proximidad y el respeto a los demás. Asimismo, las creencias particulares son intocadas, y como que hay una atmósfera de cultura religiosa muy valiosa.
El círculo amplio de la Familia, de abuelos y parentescos sociales, son una riqueza indiscutible, no obstante las divergencias y problemas al interior de numerosos hogares. Es proverbial, en casa, el afecto, la cooperación, el saber ofrecer la amistad, la lealtad, el patriotismo, velar por los ancianos, los niños y las personas solas. A pesar de los vaivenes e influencias de otras partes, se da en nuestra Nación cierta estabilidad; hay valores, convivencia, costumbres que generan orgullo, sentido de pertenencia y muchas satisfacciones sociales.
Los mexicanos, en general, reconocemos las diversas formas de Familia. Se aprecia esta riqueza en la vida diaria de numerosos hogares. Y es que se trata de un elemento nuclear para todo el engranaje de la Sociedad y de la Cultura. Se le da dimensión a la extensión social del concepto; cuando hacemos compadres y comadres, los integramos, de alguna manera, al círculo familiar. El mexicano se ufana de los abuelos, tíos, primos, sobrinos y nietos.
En México, se observan características hermosas, como el respeto patriarcal, la orientación de virtudes y habilidades; la importancia de la mujer, madre y ama de casa; el sentido comunitario. Familias numerosas que han tenido que emigrar, viven todavía reforzando, allende fronteras, los valores y prácticas de la Familia tradicional.
Cierto, no todo es bondad y belleza. Hay grupos sociales que viven en estrés continuo. Ciertos modos de exigir orillan al conflicto, poniendo en riesgo la estabilidad y armonía. Hay maltrato a los niños con el disfraz de disciplina. Surgen dificultades, un clima hostil que puede afectar la relación entre las nuevas generaciones. Ser golpeado o maltratado en la infancia es el camino más fácil, a repetir a futuro estos comportamientos. Hoy se habla de que más del 53% de las familias mexicana sufre la pobreza, incluso extrema, con el riesgo de ser disfuncionales.
A miles de jóvenes, que crecen en un entorno de violencia y crimen, les van quedando secuelas emocionales y las puertas abiertas al crimen organizado. Y, si todos estos males tienen algún arreglo, es precisamente desde el ambiente doméstico. El Sínodo sobre la Familia pretende afrontar con valentía estas cualidades y antivalores para seguir apostándole a formar núcleos fuertes, sustentables, pues en su seno se gesta también una Iglesia coherente, misionera, renovada y renovadora.

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