jueves, 29 de octubre de 2015

EDITORIAL

Esperanzas en las familias, no obstante el veneno social

Ha brotado, desde el corazón del Sínodo Mundial de los Obispos, una declaración muy importante para invitar a tomar conciencia de asuntos medulares que atacan a la dignidad de los seres humanos, grupos sociales, naciones, y esto incluye, por supuesto, a las familias; en particular, a aquellas que están sufriendo atrocidades en el Medio Oriente. Los ahí presentes en las aulas sinodales, familias, especialistas, delegados fraternos, auditores y auditoras, se han adherido a esta declaración que el mismo Papa Francisco ratifica y firma:
“Desde hace años, a causa de los sangrientos conflictos en curso –las familias– son víctimas de atrocidades indecibles. Sus condiciones de vida han empeorado en los últimos meses… El uso de armas de destrucción masiva, los asesinatos indiscriminados, las decapitaciones, los secuestros de seres humanos, la trata de mujeres, el enrolamiento de niños soldados, la persecución por motivos de religión y de origen étnico, la devastación de los lugares de culto…”. Son muchos los factores que las familias del mundo sufren en su hábitat de creencias, cultura, economía y costumbres ancestrales. Esta situación puede comprobarla cualquier hogar desde diversas latitudes del planeta; basta darse tiempo para observar un poco alrededor.
Resulta evidente “la destrucción del patrimonio cultural y un sinnúmero de otras atrocidades” que han obligado a muchísimas familias a “abandonar sus hogares y a buscar otro refugio, a menudo en condiciones extremadamente precarias… Dicen los Padres Sinodales, los expertos y matrimonios reunidos en torno al Papa, que debe tomarse conciencia de esto desde cualquier geografía y religión. “Se les impide ejercer su derecho a vivir con dignidad y seguridad en su propio territorio… no pueden ejercer sus anhelos en la reconstrucción, el bienestar material y espiritual de su propia tierra”.
En Alemania, país receptor de miles de expulsados, han surgido grupos, si bien no mayoritarios, sí ruidosos en exceso por su manera de maltratar a miles de familias que, literalmente, han sido “vomitadas” de sus hogares de origen. El grupo llamado PEGIDA –Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente, por sus iniciales en alemán– se ha mostrado intolerante. No quiere inmigrantes; está totalmente en contra de una política de refugiados. No muestra algún tipo de misericordia para los que llegan; hay mujeres embarazadas, bebés, ancianos que, en su deseo de escapar del odio y la violencia, hacen travesías peligrosas.
También hay gentes que han mostrado misericordia; dan la espalda al odio y a toda clase de racismo. Por las playas del país germánico se ha mirado a una Doctora, israelita; trabaja personalmente y coordina a otros para darles una primera atención a los refugiados, comida, ropa, medicinas. Viajan por días y semanas, en condiciones deprimentes, familias de Siria, Afganistán, Irak. De ahí sale el 93% de los expatriados, según citan las Agencias internacionales.
Norbert Feldhoff, Presidente del Consejo de Cáritas, Fundación Arzobispado de Colonia, ha salido en defensa de parte de los católicos alemanes: “Queremos hacerles ver –a quienes quieren negar el asilo– que piensen bien en lo que están haciendo”. Por eso, la Catedral de Colonia apagó luces, como una protesta que rechaza el movimiento anti-Islam.
En Dresden, la Automotriz Volkswagen mantuvo su planta a oscuras, para mandar el mensaje de que la Compañía “apoya una Sociedad abierta, libre y democrática”. Definitivamente, hay males, hay veneno social; pero también mucha Esperanza.

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