jueves, 15 de octubre de 2015

La Iglesia es, esencialmente, misión

Juan López Vergara

El pasaje del Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia propone hoy, contiene el discurso de misión del Señor Resucitado, con el cual se cierra la obra del Evangelista San Marcos, dejando abierto el camino para las generaciones posteriores: “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes” (Mc 16, 15-20).

CREER EN EL NOMBRE DE JESÚS
Jesús Resucitado se apareció a los Once y les encomendó: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado” (vv. 15-16). El Evangelio es la semilla que se sembrará en el mundo y producirá frutos a su debido tiempo, pues “la Fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo” (Rm 10, 17). El Evangelio obliga a tomar postura, la cual se convierte en juicio de salvación o de condenación. “No todo el que me diga ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la Voluntad de mi Padre, que está en los Cielos” (Mt 7, 21).
El Señor, enseguida, ennumeró los milagros que acompañarán a los que crean en su ‘Nombre’ (véanse vv. 17-18). Para los judíos, el ‘Nombre’ significaba la presencia activa de Dios (compárese Nm 6, 27). Jesús nos pide creer en su ‘Nombre’, o sea, en el Poder Divino que acaba de recibir.

LA NATURALEZA DE LA
IGLESIA ES EVANGELIZAR

La exaltación del Resucitado indica su entronización junto a Dios. Y la consecuencia inmediata para los primeros discípulos, y ahora para todos nosotros, es el lanzamiento a la misión recibida: “El Señor, después de hablarles, subió al Cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían” (vv. 19-20). Y siempre que la Iglesia cumpla su misión evangelizadora, el Señor dará signos de que es su obra. El Evangelio es el fermento capaz de transformar la Historia de la Humanidad. El Señor, en su potestad divina, asiste la misión entusiasta de la Iglesia, cuya naturaleza es evangelizar.

“EN ESTO CONOCERÁN
QUE SON MIS DISCÍPULOS…”
El verdadero Anuncio del Evangelio, es testimonio: “La palabra convence; el ejemplo arrastra”. “Obras son amores, y no buenas razones”, canta un refrán popular. Francisco de Asís, cuando enviaba a evangelizar a sus hermanos, les decía: “Vayan a predicar, y sólo si es necesario, hablen”, convencido de las palabras del Señor: “En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros” (Jn 13, 35).
Uno de nuestros más queridos hermanos mayores, el Filósofo judío Emmanuel Lévinas, en un bellísimo libro, afirma: “La eternidad el cristiano la vive como una marcha, como un camino. La Iglesia Cristiana es, esencialmente, misión. Desde la Encarnación hasta la Parusía, el Cristianismo atraviesa el mundo para transformar la sociedad pagana en sociedad cristiana. Camino eterno por no ser camino de este mundo” (Difícil libertad, Madrid, 2004, Pág. 241).

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