jueves, 29 de octubre de 2015

Iluminadoras pautas del Sínodo de Obispos

“Buscar y Curar”

boda

Pbro. José Horacio Toscano González

Pastoral FamiliarCon una Solemne Misa en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco clausuró el Sínodo de la Familia que, del 4 al 25 de octubre, reflexionó sobre “La vocación y la misión de la Familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Haciendo eco a este acontecimiento, en las Parroquias de nuestra Arquidiócesis se ha organizado la Semana de la Familia.
No cabe duda que la buena noticia del Amor Divino ha de ser proclamada a cuantos viven la fundamental experiencia humana personal, de vida matrimonial y de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad familiar; buena noticia que debe ser proclamada a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que, en el reconocimiento de la institución familiar, reconocen uno de los valores fundamentales de toda Sociedad.
La Doctrina de la Fe sobre el Matrimonio ha de ser presentada de manera comunicativa y eficaz para que sea capaz de alcanzar los corazones y de transformarlos según la Voluntad de Dios manifestada en Jesucristo, generando la búsqueda del amor auténtico que, en el respeto a la dignidad humana y la responsabilidad de los actos y compromisos, garantice un servicio honesto, fecundo y santificador a la Iglesia y a la Sociedad.

BUSCAR VIVIR NUESTRA MISIÓN
En primer lugar, como hombres y mujeres de Fe, debemos buscar vivir nuestra misión como Iglesia “para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la Gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio. Vivir nuestra misión en la Verdad, que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes”.
La misión principal de la Iglesia, de toda familia, es evangelizar. Ante tantos ataques que fracturan el compromiso matrimonial, puede
afirmarse que éste es el “tiempo favorable”; es el momento del compromiso concreto; es el contexto dentro del cual estamos llamados a trabajar para hacer crecer el Reino de Dios; es el tiempo de alimentar la comprensión del Misterio de Dios y alentar la respuesta de vida en el alma y quehacer de todo bautizado, de toda familia.

BUSCAR VIVIR EL MANDATO DIVINO
Ante la lógica que pretende imponerse en todo el mundo en nuestros días, “una lógica que busca transformar todo en objeto de cambio, en objeto de consumo, todo negociable”; “una lógica que descarta a todos aquellos que no producen, que no se les considera aptos ni dignos”; ante la lógica del excluir y del descarte, urgente se hace, en medio de tanta violencia, buscar vivir el mandato divino: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su Amor ha llegado en nosotros a su plenitud». Buscar desaparecer toda división y violencia, todo servilismo y apatía, toda falta de comunicación y falsos significados, toda mentira, maldad e idolatría, todo activismo que nos roba el tiempo y la serenidad para admirar, contemplar y valorar, desde el amor, la grandeza de la Familia y, como matrimonios, el don de ser esposos.

BUSCAR LLEVAR ADELANTE UNA
RELACIÓN SÓLIDA Y FECUNDA DE AMOR
“En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil, es, cada vez más, objeto de burla y considerado como algo anticuado”, y es desde estos criterios como no muchos matrimonios claudican su compromiso sacramental y de santificación. La fidelidad matrimonial se convierte en un claro testimonio de Evangelización. Este gran desafío ante una Sociedad que abandera lo “desechable” como respuesta a las limitaciones humanas, debe recuperar para todos la riqueza del don del Matrimonio que funda una nueva familia, llamada a superar los propios errores no solamente por la transformación del corazón, sino por la formación del mismo.
Un hombre y una mujer que, transformando su interior y abriéndose al servicio generoso de la vida, dentro de esta comunidad de amor que es el Matrimonio, y animándose a formar sus afectos, sus sentimientos, su carácter, viviendo una verdadera conversión personal, así como una renovada comunión y solidaridad, impregnarán de solidez y fecundidad su propia existencia, dando respuesta de fidelidad a la vocación que el Creador les ha llamado. Y, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

COMPROMISO CRISTIANO
Avivemos la experiencia de misericordia; seamos hombres y mujeres de Fe que no señalen con el dedo para juzgar a los demás. Los matrimonios, las familias, están llamados a ser un rostro de misericordia para curar a las parejas heridas con el aceite del encuentro, que mira, toca, fortalece y cura. Familias con las puertas abiertas para recibir a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; familias dispuestas a salir del propio ambiente para ir hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la Humanidad herida, para incluirla y conducirla a la Fuente de la Salvación.
Seamos una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que Jesús también dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Una Iglesia que educa al amor real, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de Buen Samaritano de la Humanidad herida. El hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado, “nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo”; a ese hombre, a esa familia, la Iglesia debe buscarlos, acogerlos y acompañarlos, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en lugar de ser puente, se convierte en barrera.

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