jueves, 29 de octubre de 2015

La Bioética, al servicio de la persona, no de la ética reductiva

Congreso Internacional de Avances en Bioética (2ª Parte)

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanas, hermanos:

Es un deber humano y cristiano reflexionar sobre lo decisivo del actuar médico en el campo de la Bioética, porque si los aspectos morales del comportamiento humano no son fundamentos absolutos –distinguiéndonos, así, por encima de otros vivientes–, podemos esculpir y reinventar una ética cómoda, experimental y flexible, campo de exploración, donde la emancipación de los seres humanos de vínculos naturales, carente de un fin estable, permanecerá en la inaccesible búsqueda de una libertad incondicionada e irrestricta, pero no llegaremos a cooperar con el dinamismo trascendente y maravilloso de un orden que no hemos creado.
A propósito de una ética reductiva –lo útil, lo relativo del gusto de la época–, deberíamos decir que está destinada a ser efímera, por estar en constante readecuación y redefinición de sí misma, así como ante una cierta propuesta de libertad que, en su uso, corre el riesgo de ser liberticida, reinventándose a partir de una idea, sin referencia al código escrito en su identidad original.
Para progresar en este camino, entiendo que la Bioética debe trabajar intensamente en tres niveles: los Fundamentos teóricos, la Antropología Biomédica y la Bioética aplicada.
El diálogo científico requiere una actitud de profundo respeto y humildad, una comunicación y revisión que, al mismo tiempo que busca ser una visión más objetiva, honesta e informada, sea capaz de comprender las preocupaciones culturales que, aun en su forma más velada, llevan el deseo trascendente de la verdad.
Podríamos decir que, al ser racional, buscará de manera reflexiva las consecuencias morales y sociales de nuestros deseos e ideales profundos; y al ser empática, requerirá una actitud de apertura para comprender la cultura en la que nacen las innovaciones bioéticas.
Más allá de todo debate de lo posible, deseable, permitido y prohibido, está la persona concreta, con vocación y posibilidad, rostro e identidad, sujeto de reflexiones y destinatario de acciones, que tiene voz, que expresa inquietudes, expectativas, temores.
Si no sabemos escuchar y estar cerca de la persona, del ser humano concreto, toda decisión será conflicto de intereses, complicado y dudoso.
Cuando se redactó el Código de Ética Médica de Nuremberg (20 de agosto de 1947), se buscaba no sólo obtener una serie de normas, de aplicar fríamente para corregir una experiencia dolorosa de la historia, sino, sobre todo, para recoger el triunfo del espíritu de vida, presente en el hombre, infundido por el Creador, y que alcanza su culmen en Cristo, que vino para que la experiencia de vida fuera en abundancia y plena.
Felicito a todos los estudiosos de la Bioética por su disposición, y los invito a seguir buscando los caminos científicos para servir más adecuadamente a la persona humana mediante el desarrollo de su especialidad, en diálogo con la comunidad católica de Médicos y Hospitales.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

“Evitad las divisiones, como el comienzo de los males.
Seguid todos a vuestro Obispo como Jesucristo siguió
al Padre, y al Presbiterio como los Apóstoles, y respetad
a los Diáconos, como el Mandamiento de Dios”.

(De la Carta de San Ignacio de Antioquía a los cristianos de Esmirna).

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