jueves, 8 de octubre de 2015

EDITORIAL

Zapopana: de la Historia, del presente y del futuro

Morena de Zapopan, callejera de todo el vecindario buscando a los hijos, es la Madre de cada uno y de todos los pobladores de aquí y de allá. Está en esa imagen taumaturga, una de tantas; para esta región, la singular entre todas, porque ha mostrado ya por siglos su condición de intercesora, firme valedora de las oraciones más simples. Por eso le siguen tantos, aunque no anden igual de convencidos.
Toda una Virgen, una Madre emocionada y preocupada por tantos hijos de estas tierras del Occidente mexicano. No obstante los desdenes, no se avergüenza de ser vecina del pecado y la insidia que traemos de un lado para otro… hasta en su propia Iglesia. Hay miles y millones que cada año le seguimos en sus Visitas, y sobre todo la acompañamos al regreso en su hermosa Romería.
Siempre que camina, honra nuestras calles ofreciendo al Verbo hecho Hombre en Jesucristo. Muy sabido que es, ante todo, Madre. También “Generala” de Título, para defender de las batallas internas a sus hijos, de los pleitos que trabamos entre el vecindario, y hasta entre parientes, amistades, compañeros de trabajo o de oficio. Nos ha cuidado de muchos riesgos que la Historia ha asentado.
Mujer que se ha instalado entre las familias con Dios en su corazón. Señora que vigila, desde el suburbio, a muchos hijos que, en ratos, se sienten huérfanos desprovistos de sentido. Desahuciados y solitarios la buscan entre las calles en las fiestas de su peregrinaje. Va a los mercados, a las ferias, a sentirse Madre entre Sacerdotes y Seminaristas; se mueve bien entre los conglomerados humanos. Está con los más frágiles, los sencillos de todas las categorías. La llevan a las avenidas y callejuelas; mira y consuela a tantos hogares.
Tiene muchos nombres: Carmen, Dolores, Soledad, María, Refugio, Asunción, Lupita; le apodan: Celestial Doncella, Inmaculada, Aurora del Verbo, hermosa Niña, hermoso Cielo, hermosa Luna, brillante Estrella, Pastora de nuestras vidas; de las mujeres, la más hermosa. Todos los nombres la recuerdan y acompañan a la pila bautismal; las familias copian alegorías de su nombre. Entre nosotros es, sobre todo, “La Zapopana”. Algunos saben de su título oficial, “Nuestra Señora de la Expectación”, pero le llaman “Chaparrita”, de cariño.
Vive entre imágenes, retrato de belleza y bondad; es buscada por la pena, el miedo, la necesidad. Le han construido abundantes retratos; hay cuadros de tela de reluciente historia, miles de estampas, con oraciones al reverso para aprender a hablarle. Está en el yeso pintado y en la escultura bellamente labrada; también en la Fe vergonzante de una estampa escondida en la cartera; y en su sola presencia peregrina, trastoca las miserias de los suburbios mundanos.
Hay cánticos populares de alegría infaltables; Ella es la comadre de todo el vecindario, de pobres y de colonias selectas. Graciosa Niña para sentirla nuestra. Está en Templos y casas. Invitada a tiendas y lugares de diversión, sentirá el frío que lastima porque se quebrantan las mejores convicciones.
El amor de algunos vive sólo en el color de los confetis y la algarabía de la música. El pecado azota como un viento helado las puertas; los hermanos viven sin mirarse, ausentes de alma. Durante el año, funcionan la cocina, la tele y las fiestas; la diversión suple al Amor verdadero ¡pero toda la casa está llena de su ausencia! El mundo se siente vacío. Por todo eso, le decimos: “¡Vuelve, Zapopana!”

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