jueves, 6 de octubre de 2016

La construcción de la Catedral definitiva de Guadalajara

catedral definitiva 1

Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara

Antes de estrenar su Sede definitiva, la Iglesia Catedral tuvo en esta ciudad cuatro edificios que provisionalmente hicieron sus veces: el Templo Parroquial de San Miguel Arcángel, situado donde luego estuvo el Hospital de San Miguel, la Enfermería del Convento de Santa María de Gracia y hoy se alza el Supremo Tribunal de Justicia. Ahí mismo, otro Templo, que dispuso hacer en sustitución del apenas aludido el primer Obispo, Pedro Gómez Maraver, en funciones hasta 1565.
A fines de ese año, donde hoy está la Rotonda de los Hijos Esclarecidos de Jalisco, el Cabildo Eclesiástico mandó levantar un edificio más amplio, cubierto de zacate, que se quemó en 1574 junto con el ajuar catedralicio. Se le rehízo completamente y se le techó con viguería y terrado, por lo que las lluvias, en pocos años, lo dejaron maltrecho por los escurrimientos. Ese recinto estuvo en funciones hasta el 19 de febrero de 1618, día en el que se trasladó al Santísimo Sacramento a la Catedral definitiva.

La primera piedra
La construcción de la Catedral definitiva de Guadalajara se vio entorpecida por diversos factores, siendo el mayor que no fue esta Ciudad sino la de Compostela la designada para ser Cabecera de la Diócesis, erigida el 13 de julio de 1548. El 10 de mayo de 1560 el Rey Felipe II autorizó el traslado de la Sede, pero como nunca llegó la Bula papal concediendo tal cosa, el segundo Obispo, Fray Pedro de Ayala, de la Orden de Frailes Menores, pidió al Rey Felipe II que el diseño autorizado siguiera el modelo de la de Alcalá de Henares. La traza, de Alonso de Robalcaba y Juan de Alcántara, se autorizó hasta 1568.
Fue a fines de 1573 cuando se echó la primera piedra de la construcción actual, en una manzana que fue del Encomendero y Capitán Miguel de Ibarra, uno de los Fundadores de la Ciudad y su primer Alcalde. La obra tuvo como Maestro Mayor a Diego de Espinosa. En 1593, por deceso de este último, recibió tal título el Alarife Martín Casillas. A partir de ese momento, el edificio se fue construyendo con notoria celeridad, al grado de que, en 1599, ya estaban terminados los muros perimetrales y los pilares de las tres naves.

Se cierran las bóvedas
En el año de 1600, Martín Casillas tuvo todo el control de la obra, empleando siempre sólidos sillares de piedra. Ya en 1612, la Catedral en ciernes “há mucho tiempo que está arqueada y hechas las bóvedas del Altar Mayor, de manera que falta poco para acaballa”, todo lo cual hizo posible que el lunes 19 de febrero de 1618, “habiéndose llevado el Santísimo Sacramento de la Iglesia Mayor de esta Ciudad, vieja, en procesión a la Iglesia Catedral nueva, donde se ha colocado, en cuya festividad celebró la Misa el Doctor Pedro Gómez de Colio, Arcediano de dicha Catedral a que asistió la Real Audiencia”.
Por lo que a la última Catedral provisional respecta, se usó algún tiempo como bodega de materiales de la recién estrenada. Después, se alzó en ese lugar (hoy Plaza de la Rotonda, pues) el Templo de Nuestra Señora de la Soledad, y luego, anexo a él, la Casa de los Oratorianos, la de los Padres Oblatos y el primer Seminario Conciliar, que abrió sus puertas en 1699.

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Diseñada al gusto del Clasicismo Renacentista del Siglo XVI, el interior del recinto quedó dividido en tres naves y seis tramos sin Capillas laterales, aunque luego se habilitaron como tales los dos cubos de las torres y el espacio de la puerta Sur, cegada al tiempo de construirse el Templo Parroquial del Sagrario. Su presbiterio cerraba inicialmente el último tramo. Las bóvedas son de crucería y nervaduras a la manera gótica, de la misma altura la de en medio a las laterales.

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