Lupita:
Ya no sé de qué forma hacer entender a mis hijos que tienen obligaciones. Viven para sus pantallas y se la pasan aislados con sus audífonos. Yo los dejo si eso es lo que quieren; pero, por lo menos, que hagan lo que les corresponde en casa. Nos desvivimos trabajando para comprarles todo lo que necesitan, y ellos no colaboran, sólo exigen. Esto me provoca tanto coraje, que la paso gritándoles. Me desespera ver que sólo son buenos para pedir y nada de ayudar. ¿Cómo hacerlos entender?
Martha Z.
Querida Martha:
Puedo sentir tu frustración y te abrazo intentando comprenderte. Pero advierto también el clima de tu hogar, en el que tus gritos han cansado tanto a tus hijos, que los audífonos constituyen su descanso. Habitualmente, en los conflictos humanos, cada parte considera que el otro fue el que empezó el problema y que le ha tocado reaccionar a lo que experimentó como una agresión. Sin darnos cuenta, entramos en un círculo vicioso, de tal manera que la acción de uno provoca la reacción del otro y continúa indefinidamente. Para romper un ciclo así, necesitamos cambiar radicalmente una acción y sustituirla por otra.
En lugar de gritos, dulzura
Para ilustrar lo que intento decirte, te comparto esta excelente reflexión anónima:
El dueño de una empresa le gritó a su administrador, porque en ese momento estaba muy nervioso.
El administrador llegó a su casa y le gritó a su esposa, acusándola de gastar demasiado, al verla con un vestido nuevo.
La esposa le gritó a la empleada porque había roto un plato.
La empleada le dio un puntapié al perro porque la hizo tropezase.
El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la calle, porque le molestaba su presencia.
Esa señora fue al hospital para que le curaran las heridas y le gritó al Médico porque al curarla le hizo daño.
El Médico llegó a su casa y le gritó a su madre, porque la comida no estaba en su punto. La madre le acarició los cabellos y le dijo: Hijo, mañana te haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y necesitas de una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas para que descanses profundamente, y mañana te sentirás mejor. Luego lo bendijo y salió de la habitación, dejándolo descansar.
En ese momento se interrumpió el círculo porque chocó con la paciencia, la comprensión y el amor.
Bríndate la oportunidad de platicar con ellos sin prisas. Háblales de cuán importantes son ellos para ti, y de tu anhelo de verlos exitosos en la vida. Platícales también de ti, de tus preocupaciones, de tus sueños. Busca crear puentes ahí donde sólo hay muros.
Los padres de hoy, tan llenos de compromisos y pendientes de trabajo, abrumados por los gastos, no estamos tratando con dulzura a nuestros hijos. Rendidos por el cansancio, no estamos dando lo mejor de nosotros a lo que más vale: nuestra familia. Es tiempo de reordenar nuestras prioridades. No son cosas materiales lo que nuestros hijos necesitan, sino nuestro tiempo y buen trato. Ellos tienen hambre de sentirse valiosos e importantes para sus propios padres.
Gran razón tenía el Médico y Escritor francés Duhamel: Si quieres hallar en cualquier lado amistad, dulzura y poesía, llévalas contigo.
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