¡Hay tanta adolescencia apresurada!
En La Iglesia Universal hay un nuevo Santo mexicano a partir de este domingo. Un adolescente, engarzado en el Movimiento Cristero, en donde buscaba defender sus creencias. Alguien que apenas despierta a la vida y ya tiene conciencia de su valía como persona. Una vida familiar cuya integridad de la Fe le inquieta y le abre puertas prodigiosas. Un Santo así, ¿qué lectura ofrece al tiempo presente?
Adolescente. Ni niño ni joven, en casa tiene los ideales moldes, todavía no usados, para cuajar lo mejor de su personalidad. No le teme a la innovación; pero vacila para conseguir el consentimiento de los adultos. Los adolescentes tienen decisiones o atrabiliarias o domesticadas. ¿Qué hace, que piensa un adolescente en tiempos de asonada, de persecución? José Sánchez del Río responde a la educación que ha vivido en familia.
Hay Santos y santos. Todos son diferentes. Escriben su vida en diversas circunstancias. Hoy, la Iglesia celebra como santo a un púber, casi niño, casi joven, madurado a golpe de sufrimientos. Días, años acrisolados desde temprano en cosas que él sabía hacer como adolescente ranchero. Aprendió a encontrar atajos, a domesticar remudas; pero es sobresaliente su extraña madurez; abraza los retos de la vida; madura y arriesga sus convicciones en el calor del hogar.
La adolescencia se considera como “falta de… muchas cosas”. Edad, experiencia, juicio. Son tiempos de amalgamar ilusiones. Sobra vigor en el asombro de la vida. La familia es como una instancia de consejo e impulso.
Hay muchachos fraguados en la lejanía de la familia. Otros, educados a control remoto, aunque el descuido hace agua. Ahora hay demasiados “celulares” y muy poca comunicación. La presencia cercana sigue siendo la herramienta imprescindible para educar la familia. Son demasiados los adolescentes que descubren la vida en soledad. En un mundo agresivo, es indispensable la cercanía de los mayores.
Unos maduran pronto sus ilusiones. Con bravura enfrentan los problemas en el calor de la vida familiar. Este niño, “Joselito”, insistió en tener la oportunidad de participar en el conflicto cristero. Las palabras que convencieron a su madre para que lo dejase ir fueron: “Nunca ha sido tan fácil ganarse el Cielo como ahora”.
Este pequeño, en su tránsito a la adolescencia, se fraguó en el molde de la casa, con conciencia clara para defender su Religión. A su edad sabe escuchar. A su manera, sopesa los sufrimientos que ha traído la Guerra Cristera. En estos conflictos tiene lucidez; considera las ideas y los sufrimientos ajenos de una manera singular. Asombran muchas decisiones maduras que tomó.
El 20 de noviembre de 2005, en el Monumental Estadio Jalisco de Guadalajara, al ser declarado Beato, hubo historias interesantes: adolescentes cobijados en familia; adolescentes estrujados en la modernidad y, sin embargo, llenos de ilusiones. El cielo del Estadio, enrojecido, se pintó con un crepúsculo de augurios de Esperanza. Dios suele firmar, de alguna forma, una vida que se entrega con audacia.
Hoy en día, suena a ironía que la Sociedad considere a la adolescencia como una generación en pausa. También, dejada al garete.
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