jueves, 6 de octubre de 2016

Aprendices lozanas de añejas querencias

Danzantitas

Daniel León Cueva

Nadie, en sano juicio, puede achacarles imprudencia ni mucho menos insolencia a los papás o a los mayores que transmiten a los niños sus sabidas costumbres y tradiciones; ésas que fueron hilvanándose al tránsito de los años y al relevo de generaciones, a fuerza de repetirse y con el gusto de renovarse.
Estas danzantitas, de uno de tantos barrios de la periferia metropolitana, han venido ensayando, con todo el rigor que aconsejan sus cortos años, el marcado paso de esos pegajosos sonsonetes autóctonos que, de todos modos, exigen apegarse al ritmo y uniformarse con los giros, movimientos, sonidos y voces de los más grandes.
Lucen contentas por todos motivos: por el ajuar que las distingue y las asocia al Grupo; por la pausa relajante después de un ejercicio exhausto; por poder compartir, en triunvirato, semejantes experiencias; por ser tomadas en cuenta para una fotografía; pero, sobre todo, según tienen bien entendido, “por danzarle a la Virgen”; tener la ocasión de “verla de cerquita” y saber que Ella habrá de tomarles en cuenta el esfuerzo.
Aprendizajes agradecidos y agradecibles, que se reciclan con puntualidad, esmero y contento.

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